Capítulo 21.

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—¿Qué? —Norman preguntó confuso.

—Kill soy yo —tartamudeé intentando no llorar. Giré mi cara hacia Norman y, al encontrarme con su mirada preocupada, se me aguaron automáticamente los ojos—. Estoy loco —murmuré con la voz quebrada.

—No digas eso, Damien —agarró una de mis mejillas con su mano—. No lo estás —endureció el tono de su voz.

—Pensaba que Kill me cuidaba y protegía, pero tan solo era una proyección de mí mismo —sollocé, aferrándome a su muñeca.

—Míralo por el lado positivo... —se dejó caer sentado a mi lado—. Eres tan fuerte que no has necesitado de nadie más para seguir con la vida tan difícil que te ha tocado vivir —me dedicó una sonrisa que se notaba que era fingida, pero que tenía toda la intención de animarme.

Me quedé mirándole a los ojos durante unos segundos y, sin poder soportarlo más, rompí el llanto que tanto aclamaba por su presencia. Coloqué mis manos en los costados de Norman y me agarré con fuerza a su sudadera antes de apoyar mi frente sobre su hombro. Sentía nauseas en mi estómago, la cabeza parecía que me iba a explotar, y el pecho me dolía o, mejor dicho, el corazón. Al fin fui consciente de toda la mentira en la que había vivido por tantos años, al fin fui consciente de las consecuencias de la crueldad y dureza real de mi vida, al fin fui consciente de los problemas por los que estaba pasando mi alma y mi mente. Parecía como si ambas quisiesen salir de mi cuerpo para no tener que aguantar el sufrimiento que estaba atravesando; como si fuesen meros cobardes que no querían soportar el golpe de realidad que me tocaba asumir.

—Me duele, Norman —sollocé sin dejar de llorar sobre su hombro, con mi boca pegada a su ropa.

—Lo sé —abrazó mi cintura con uno de sus brazos, y subió la mano del otro hasta mi nuca para dar suaves caricias por ella—. Todo mejorará —murmuró, apoyando su mejilla en mi pelo—. Estoy contigo —pude notar en su voz las ganas que tenía de quebrarse—. Siempre —soltó un suspiro disimulado.

—¿Por qué me ha pasado esto? —dije en voz baja, debido a que mi garganta no me permitía hablar más fuerte.

—Algo en tu interior no te dejaba ser feliz —llevó la mano en mi nuca hasta mi mejilla para que alzase mi cara hacia la suya—. Pero te mereces serlo, Damien —añadió una vez nuestros ojos entraron en contacto.

—¿Lo piensas de verdad?¿Aunque haya hecho tantas cosas malas? —por un momento me volví a sentir un niño, tal y como lo que era cuando creé a Kill.

—Sí... —apartó hacia atrás uno de los mechones que caían por mis ojos—. Te prometo que haré todo lo posible para que lo seas —me sonrió con dulzura y fue acercando su cara a la mía para darme un beso en la frente.

Yo, ante aquel gesto tan tierno, envolví con más fuerza su cintura con mis brazos y escondí mi cara en su cuello hasta que pude dejar de llorar.

Cuando al fin lo conseguí, nos levantamos del suelo y, aunque Norman me insistió en que comiera algo, yo me negué; no tenía ganas ni fuerzas para ello. Así que terminó de preparar la comida para él, y guardó lo que sobró para la cena. Mientras, yo me quedé en el sofá intentando procesar todo lo que me acababa de ocurrir. Sentía como si hubiera despertado de una pesadilla y me estuviera dando de bruces con la realidad. Aunque me doliese, dentro de mí existía una parte que se alegraba de que todo hubiese acabado. No tenía miedo; estaba con Norman.

Una vez este llevó su plato y vaso a la mesa, volvió a la cocina y regresó con una taza que contenía tila para que me relajase. Me la tomé a la vez que me fumaba un cigarro y, a los pocos minutos de darle el último trago, inhalé una profunda bocanada de aire y la solté en un suspiro. Me tumbé en mi lado del sofá, intentando que mis piernas molestasen lo menos posible a Norman y, sin darme cuenta, me dormí.

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