Capítulo 46.

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Nada más anuncié que el coche de aquella foto se trataba del de Stan, Darren no dudó en llamar a los Escorpiones importantes para que se reunieran en la mansión Night. Cuando llegaron, subimos a una de las habitaciones de la segunda planta, la cual constaba de una gran mesa de roble rodeada por sillas del mismo material. A pesar de que a Norman le solían poner enfermo ese tipo de reuniones, a aquella no quiso faltar.

—Quiero que todos vuestros hombres cubran cada rincón de Cave City, debemos saber todos los pasos que dé Stan —dijo Darren una vez les enseñó las fotos a los demás y estos comenzaron a comentar entre ellos.

—Jefe, ¿de verdad crees que, con todos los que somos, Stan podrá con nosotros? —preguntó Rat en tono vacilón. Un tipo menudo, pero con mal genio; tal y como las ratas.

—Sí, nos hemos cargado a la mitad de los Talpas —le siguió con complicidad Rhino.

—Yo que vosotros no me confiaría mucho —intervine sin ni si quiera mirarles, ya que estaba jugando tranquilamente con la punta de mi cuchillo tracker y mis dedos—. Los Talpas no llevan siendo una de las mejores mafias durante años por gusto —alcé mi mirada hacia los dos y les sonreí de lado.

—¿Tú en qué bando estás? —volvió a hablar Rat.

—En el que pueda garantizar la seguridad de Norman —me puse en pie, ya con la mirada más desafiante, y apoyé mis manos en la mesa—. ¿El de los Escorpiones es el indicado? —dejé mis ojos clavados en los suyos.

—Damien, siéntate —murmuró Norman a mi lado, agarrándome del final de la chaqueta para que le obedeciera, a lo que yo giré mi cara hacia él y asentí.

—Pues claro que sí —dijo Logan nada más me senté, haciendo que el pelinegro y yo le mirásemos—. Es el príncipe de los Escorpiones, aquí todos daríamos la vida por él —miró a Norman y le sonrió.

—Permíteme dudarlo... —farfullé apenas audible, volviendo la mirada a mi cuchillo.

—Nadie va a morir —contestó Darren—. Además de que los Talpas han perdido a muchos de sus hombres, no debemos olvidar que tenemos con nosotros a su mejor arma —soltó una carcajada pícara, provocando que todos le mirásemos extrañados, y me señaló con una de sus manos—. Sin Damien no son ni la mitad de fuertes, por algo le encargaron a él el secuestro de mi hijo —la dejó caer en mi hombro.

—El jefe tiene razón —le apoyó Ethan, "Lion", levantándose de golpe—. He visto cómo trabaja Damien y, me caiga mejor o peor, debo admitir que es una máquina de matar —dijo con cierto tono divertido, a lo que yo fruncí el ceño por tal piropo—. Los Talpas empezaron a perder fuerza desde que él los dejó.

—Gracias —respondí dudoso.

—Aún está Rain —murmuró Norman, haciendo que le mirase confuso. Estaba cabizbajo, pero, nada más notó mis ojos, alzó su cara a la mía—. Él también es peligroso, ¿verdad? —añadió preocupado.

—¿Quién? —escuché que preguntó Patrick, "Kangaroo".

—El chico que le enseñó todo a Damien —se puso en pie—. Nunca le he visto matar como tal, pero durante mi secuestro, Damien tuvo que dejarme un par de veces con él para que me vigilara... —colocó una mano en mi hombro para que reaccionara, ya que me había quedado con la mirada perdida—. Y no miento cuando digo que aquellos momentos fueron los peores de mi estancia en Shadows Town —fue deslizando su mano hacia mi nuca para acariciar mi pelo—. Además, su maldad siempre ha sido una de las cosas que más han dañado a la mente de Damien —se giró hacia mí, provocando que alzase mi mirada a la suya—. Y eso nunca se lo perdonaré —me dedicó una sonrisa preciosa que sólo él podía crear en un momento así.

—¿El niñato con el pelo teñido de rubio? —preguntó Darren extrañado. Norman asintió—. No te preocupes, hijo, será el primero en caer —sonrió de lado.

—¿Sabrán dónde está nuestra sede? —dijo alguien que ni si quiera me molesté en identificar, puesto que estaba demasiado ocupado pensando en Rain y recordando lo vivido con él.

—Mis guardias estarán día y noche vigilando en el pub —contestó el jefe.

—Damien —me llamó Norman una vez se volvió a sentar en su silla; a mi lado.

—Qué —mantuve mi mirada en un punto fijo.

—¿Estás bien? —puso las manos en mis mejillas para girar mi cara hacia la suya.

—No te preocupes —negué levemente con la cabeza tras un par de segundos en los que me mantuve en silencio, y sonreí de manera fingida.

Después de una hora en la que no dejamos de hablar y planear sobre el tan cercano encuentro de los Talpas y Escorpiones, algunos de estos últimos se marcharon por orden de Darren, ya que tenían trabajo que hacer, y el resto se pusieron a jugar al póker. Obviamente ni Norman ni yo nos unimos a ellos, preferimos irnos a la terraza del jardín en lo que los cocineros terminaban de preparar la comida.

—Aquí tienes —dijo el pelinegro al entregarme una cerveza. Acababa de regresar de la cocina mientras yo le esperaba en una de las hamacas de la zona de la piscina.

—Gracias —cogí el botellín y le di varios tragos seguidos hasta dejarlo por la mitad. Solté un profundo suspiro cuando tragué, viendo de reojo cómo Norman se sentaba a mi lado en la misma hamaca—. Qué —le miré confuso al notar cómo no apartaba sus ojos de mi rostro.

—¿Por qué te has puesto así cuando he hablado de Rain? —frunció el ceño.

—No me gusta recordarle —bufé, volviendo mi mirada al frente—. Y mucho menos lo que te hizo por mi culpa —chisté con la lengua.

—Hace mucho tiempo de eso... —subió una pierna a una de las mías, haciendo que girase de nuevo mi cara hacia él—. Sólo lo he mencionado para que supieran que aún estamos en peligro —llevó su mano a mi pelo.

—¿Estamos? —alcé una ceja, contemplando cómo tenía toda su atención en las caricias que daba por mis mechones—. Están —corregí, soltando una carcajada suave que hizo que me mirase—. Ya te dije en su día que yo era el único peligro por el que debías preocuparte... —coloqué mi mano en su rodilla y la fui arrastrando por su muslo hasta que llegué a su cintura y le empujé para pegarle más a mi cuerpo—. Y ahora soy quien te protege, así que... —acerqué lentamente mi cara a la suya.

—Tengo al peligro de mi lado —deslizó su mano hasta mi mejilla y dio una caricia en ella.

—Así es —murmuré sobre sus labios, a lo que Norman sonrió pícaramente e hizo el amago de pegar su boca a la mía, pero, justo cuando íbamos a empezar a besarnos, escuchamos cómo alguien bajaba las escaleras de la terraza.

Ambos soltamos un suspiro de resignación a la vez sobre el aliento del otro y nos giramos levemente para averiguar de quién se trataba.

—Qué bonito —comentó Darren en tono nostálgico una vez estuvo a un metro de nosotros. Al escucharle, yo rodé los ojos y su hijo chistó con la lengua.

—¿Qué quieres? —preguntó este de mala manera.

—Ya hemos terminado la partida y están sirviendo la comida —metió las manos en los bolsillos de su pantalón de pinza—. Vamos, quiero disfrutar de un almuerzo con mis niños —añadió con burla, llevando una mano a mi pelo para alborotármelo.

—No me toques —gruñí, agarrando de inmediato su muñeca para apartársela bruscamente, a lo que Darren rio, ya que él ya sabía que eso era lo que iba a ocurrir.

—Venga, tengo hambre —Norman mató a su padre con la mirada y se levantó, cogiendo mi mano para que le imitase.

Entonces, el móvil del señor Night comenzó a sonar. Este me hizo un gesto con el índice de que me esperase allí, así que le obedecí extrañado, al igual que hizo Norman; aún sin soltarse de mi mano.

—¿Quién es? —preguntó Darren nada más descolgó y se lo llevó a la oreja. De pronto, clavó con seriedad sus ojos en los míos; seguramente al oír la respuesta del que estaba al otro lado de la línea—. Hola, Stan.

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