Capítulo 28.

1.2K 236 145
                                    

—Por favor, despierta —escuché la voz de Norman a lo lejos—. Damien, abre los ojos —empecé a sentir cómo me daba leves palmaditas en la cara.

Por un momento me pareció un despertar igual al de todos los días en mi habitación, pero todo cambió cuando, al cabo de unos segundos, noté que uno de mis brazos quemaba, al igual que la pierna y el costado del mismo lado. Hice una mueca de dolor y fui abriendo lentamente los ojos hasta encontrarme con los de Norman, los cuales estaban más que aguados contemplándome temeroso. No fue hasta que vi los arañazos de su cara cuando volví a la realidad.

—Norman —me senté de golpe, provocándome a mí mismo varios quejidos de dolor—. ¿Estás bien? —pregunté alarmado, llevando mis manos a sus hombros. Pero él, en vez de contestar, me abrazó con fuerza por el cuello—. ¿Norman? —volví a llamarle al ver su reacción, bajando mis manos por su espalda.

—Estoy bien —murmuró con su boca sobre mi oído—. Me has dado un buen susto —sorbió con fuerza por su nariz y fue separándose hasta mirarme—. ¿Qué te duele? —se acomodó de rodillas frente a mí.

—Todo el lado izquierdo —solté un siseo al acariciarme el brazo de ese lado con la mano derecha—. ¿Qué ha pasado? —giré mi cara y vi mi moto tirada en mitad de la carretera a unos metros de nosotros.

—Te has quedado dormido mientras conducías —respondió, haciendo que volviese a mirarle preocupado por haber sido todo culpa mía—. De verdad, estoy bien —repitió como si así fuese a creérmelo más.

—Lo siento —suspiré e intenté ponerme en pie, pero las heridas de la pierna me dolían tanto que me fue difícil hacerlo. Al escuchar mi quejido, Norman se levantó rápidamente para ayudarme.

—Tenemos que ir hasta un sitio tranquilo para que pueda mirar lo que te has hecho —rodeó mi cintura con unos de sus brazos, con cuidado de no tocarme la zona dañada del costado—. Parece que no tienen muy buena pinta.

—Vamos, puedo conducir —apoyé el pie en el suelo, aunque me sufriera al hacerlo, y comencé a caminar hacia la moto.

—Damien, se ha llevado un buen golpe y... —guardó silencio durante un par de segundos, como si no quisiera darme la mala noticia.

—Qué —le miré con el ceño fruncido.

—Creo que no cerraste bien el tapón del tanque —señaló en dirección a la moto, a lo que yo llevé mi mirada a esta y, cuando me fijé bien, pude ver que toda la gasolina se había salido y esparcido por el asfalto.

—Mierda —mascullé entre dientes y me zafé de su agarre para acercarme más rápido; intenté ignorar el dolor, pero me fue imposible.

—Encontraremos otra manera, ahora lo importante es limpiar y curar tus heridas —contestó Norman nada más se colocó detrás mía—. Metí algunas un par de cosas del botiquín en mi mochila.

—¿Cómo vamos a huir a pie? —farfullé notando cómo empezaba a desesperarme. Nada estaba saliendo bien, las cosas cada vez se ponían más difíciles. Parecía como si estuviésemos luchando a contra corriente.

—Escondámonos en algún lugar abandonado —se puso a mi lado, a lo que yo giré mi cabeza para mirarle—. Esperemos un día allí, seguro que todos pensarán que ya estaremos lejos de aquí para entonces —intentó dedicarme una sonrisa leve, pero su verdadera preocupación no dejó que le saliera muy bien.

—Tenemos que esconder la moto entonces —pensé en voz alta una vez volví mi mirada a esta—. Tú coge todas las maletas y las bebidas que se han desperdigado por la carretera, yo mientras la esconderé por el bosque —fui a dar un paso, pero Norman me agarró del brazo—. Qué —le miré extrañado.

PSYCHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora