Capítulo 40.

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*ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS +18. AVISO Y NO ME HAGO RESPONSABLE DE LO QUE PUEDA PROVOCAR EN MIS LECTORES.

Nunca habría podido describir la cantidad de emociones que se concentraron en mi estómago al escuchar aquellas palabras que Norman acababa de pronunciar. Por un lado, amor, cariño, ternura... Y por el otro, un deseo y una pasión que ardía y quemaba todo mi ser. Nunca había experimentado una sensación igual.

—¿Estás seguro? —pregunté intentando no tartamudear. Jamás había sentido ningún tipo de nerviosismo por tener relaciones con alguien, pero con Norman todo era diferente.

—Nunca había estado tan seguro de algo —siguió dando caricias por mi pelo, dedicándome una bonita sonrisa.

—Ahora entiendo tus ganas de que volviésemos a vivir a solas —solté una carcajada pícara.

—¿Acaso tú no las tenías? —frunció confuso el ceño—. Si no es así, podemos... —hizo el intento de incorporarse, pero yo no le dejé. Coloqué una mano en su boca para que se callase y que volviera a apoyar su cabeza en el colchón.

—Te las voy a demostrar —murmuré con mis ojos clavados en los suyos.

Nada más retiré mi mano, acerqué mi boca a la suya y, justo cuando Norman terminó de exhalar aire de entre sus labios, comencé a besarlos con ganas y sin delicadeza alguna. El chico siguió el ritmo de los movimientos de mis labios mientras sus manos se deslizaban hasta mi cuello, el cual agarró con fuerza para que no pudiera separarme de él en ningún momento. Me dejé caer sentado sobre su cintura, y llevé una mano al final de su camiseta para introducirla bajo esta y comenzar a acariciar su abdomen. El tacto de su piel con las yemas de mis dedos hizo que el beso se volviese algo más lento, como si así quisiera disfrutar aún más de su boca, al igual que de cada centímetro de su torso; mis dedos no querían olvidar tan bonita sensación. Cuando estos subieron hasta su pecho, separé mi boca de la suya para quitarle con brusquedad la camiseta. Antes de que pudiese abarcar su cuello, Norman me quitó la chaqueta de cuero y la tiró con agresividad al suelo; gesto que me hizo sonreír y, a la vez, me calentó aún más al ver los ojos tan llenos de pasión con los que me estaba contemplando.

—¿Estás nervioso? —dije una vez volví a apoyar mis manos a cada lado de su cara.

—No —negó levemente con la cabeza y me sonrió.

—Me alegro —me dejé caer sobre los codos para así quedarme a escasos centímetros de su rostro—. Prometo llevarte al cielo con cada caricia y beso que te dé —llevé mi mano a su frente y aparté un par de mechones de pelo que caían por ella.

—Damien —me llamó serio tras unos segundos en los que se quedó mirándome con los ojos brillosos.

—Dime —susurré.

Pero Norman no dijo nada más, simplemente agarró mis costados e hizo que me tumbara yo en la cama para él subirse sobre mi cintura. Cogió el final de mi camiseta y la fue subiendo lentamente bajo mi atenta mirada hasta que me la consiguió quitar con algo de mi ayuda. Puso sus manos en mi abdomen y lo acarició sin apartar sus ojos de él. Cuando sus dedos tocaron la cicatriz de los puntos que él mismo me echó en su día, se inclinó hacia delante y la besó, dejando sus labios en ella durante varios segundos. Nada más volvió a colocarse recto, aproveché para incorporarme hasta quedar sentado. Sin dudarlo ni un segundo más, mi boca atacó su cuello sin compasión alguna, llenándolo de besos húmedos que se intercalaban con suaves roces provocados por mis dientes. La respiración de Norman empezó a acelerarse notablemente, más aún cuando comenzó a moverse sobre mi entrepierna, lo cual provocó que el roce de mis dientes se convirtiese en un mordisco que le hizo soltar un siseo de dolor a la par que de placer. Tener su boca pegada a mi oído, jadeando levemente, me estaba llevando a un estado de deseo desconocido hasta entonces para mí. Me separé por unos segundos para mirarle y, al observar su cara de satisfacción, con las mejillas rojas y cierto sudor empapando su piel, me mordí con fuerza el labio inferior, lo cual hizo que notase cierta presión en la entrepierna de Norman pegada a mi abdomen.

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