Capítulo 30.

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—Perdona, ¿cómo has dicho? —respondí a la vez que agarraba a Norman de la muñeca para ponerle detrás de mí.

—Que vas a desaparecer, mocoso —dijo el otro hombre acercándose para agarrarme del cuello—. No sabes todos los problemas que has causado —aferró sus dedos a mi piel.

—Él no... —intentó decir Norman, pero alcé mi brazo para que se mantuviera en silencio.

Miré como pude a nuestro alrededor y, al comprobar que no había nadie, clavé mis ojos en los del hombre y sonreí de lado.

—¿Qué te hace tanta gracia? —intervino su compañero colocándose a su lado.

—Os habéis olvidado de lo más importante —llevé una de mis manos hasta el bolsillo de mi chaqueta.

—¿El qué? —soltó una carcajada sin dejar de mirarme.

—¿Sabéis por qué mi jefe me ha delatado? —alcé una de mis cejas. Al ver que ambos pusieron una expresión confusa, continué hablando—. Porque maté a su sobrina —agarré con fuerza mi cuchillo tracker y, antes de que pudiesen contestar, saqué mi mano del bolsillo y corté de cuajo la mano que sujetaba mi cuello, provocando que su dueño soltase un grito de dolor.

—Pero, ¿qué coño...? —murmuró el otro observando sorprendido a su amigo.

—¡Cómo duele! —volvió a gritar a la vez que se dejaba caer de rodillas al suelo, agarrando su brazo ya ensangrentado.

—Norman, vete de aquí —giré levemente mi cara hacia él.

—No —negó con su cabeza—. No me iré a ningún lado sin ti —fijó su mirada en la mía.

—No seas idiota, yo les entretendré —mascullé entre dientes.

—¡No! —exclamó, colocándose a mi lado—. No tiene sentido huir si tú no estás conmigo —sus ojos comenzaron a aguarse.

—¿Qué le has hecho? —preguntó el hombre no manco, haciendo que volviese a mirarle. Pero, antes de que yo pudiera decir algo, me propinó un puñetazo en la cara que hizo que me tambalease al no esperármelo.

—¡Déjale en paz! —farfulló Norman agarrándome con cuidado de la cintura para asegurarse de que no me cayera.

—Señorito Night, no sabes lo que dices, seguro que te ha drogado —empleó un tono mucho más sosegado para hablarle.

—No estoy drogado —respondió con rabia, poniéndose delante de mi cuerpo—. Si queréis deshaceros de él, tendréis que hacerlo de mí también —les miró desafiante.

—Te llevaremos de regreso a casa, sea como sea —dio un par de pasos hacia nosotros y agarró a Norman del brazo.

—Suéltale —gruñí a la vez que mi mano se aferraba al otro para dar un tirón de él.

—Me da igual el trabajo, quiero que este niñato muera —volvió a hablar el manco una vez ya en pie y, con su mano sana, me dio un puñetazo en el estómago que provocó que soltase al pelinegro.

—¡Damien! —exclamó Norman cuando el trabajador de su padre le rodeó el cuerpo con sus brazos.

—Veo que quieres quedarte sin tu otra mano... —intenté no emitir ningún quejido, aunque fue realmente difícil—. Y yo que pretendía ser considerado —solté una carcajada al ver cómo mi contrincante enfurecía su mirada.

—Tom, ¡acaba con él! —dijo el otro con bastante impaciencia a la vez que echó a andar, llevándose el cuerpo de Norman a rastras.

—¡Norman! —intenté ir tras de ellos, pero el tal Tom puso una mano en mi pecho para retenerme.

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