Capítulo 26.

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—Me estás preocupando —dijo nada más me separé de él para ir hasta mi armario y sacar toda mi ropa.

—Toma, ponte esto —le lancé un pantalón y una camiseta para que no saliera con un simple chándal.

—Damien —volvió a llamarme mientras yo metía el resto de cosas en las dos maletas.

—Norman, ¡vístete de una maldita vez! —exclamé ya demasiado nervioso, a lo que el pelinegro no contestó nada y comenzó a desvestirse. Al ver su semblante serio y algo triste, me detuve y solté un suspiro—. Rain le ha dicho a Stan que yo maté a Ashley... —murmuré, provocando que me mirase nada más se subió los pantalones.

—¿Cómo lo ha sabido? —frunció el ceño.

—Supongo que llevaba tiempo sospechando de mí y, cuando ha visto la ropa que llevaba, ha podido confirmarlo —continué metiendo la ropa en una de las bolsas—. Pero eso no es lo peor de todo...

—¿Qué quieres decir? —se acercó a mí, aún con la camiseta en la mano.

—Te ha visto —me giré para quedar frente a él—. Sabe que no te he matado —añadí, observando cómo su rostro iba empalideciendo.

Un par de segundos después en los que no apartamos nuestras miradas, Norman se puso con rapidez la camiseta y empezó a coger ropa para ayudarme a meterla en las maletas.

—Salgamos de esta ciudad —me miró con una pequeña sonrisa, a lo que yo asentí.

—Termina con esto, yo voy a coger el dinero —se la devolví y me volteé para dirigirme hacia la caja fuerte que escondía en una parte del armario. En aquel momento agradecí lo más grande el que mi jefe nos pagase en efectivo negro. Algunos de mis compañeros guardaban sus ahorros en el banco, pero a mí nunca me había gustado aquella idea, ya que suponía crear una tapadera para que no se hicieran preguntas sobre de dónde sacaba tanto dinero. Prefería tenerlo a buen recaudo en casa.

Tras unos minutos en los que terminamos de guardar toda la ropa que me cabía, exceptuando la mayoría de trajes, y coger algunas cosas que pudieran servirnos, le di una sudadera a Norman para que se la pusiera, al igual que la mochila que llevaba el día que le encontré y, nada más me aseguré de que no rondaba ningún coche cerca, salimos de la caravana. Una vez bajamos las escaleras y llegamos a mi moto, saqué el otro casco del sillón y se lo entregué al pelinegro para que se lo pusiera mientras yo hacía lo mismo con el mío.

—Damien, ¿escuchas eso? —dijo Norman mientras yo guardaba una de las maletas bajo el sillón y enganchaba la otra en el suelo de la moto.

Al quedarme quieto, pude oír el sonido de varios coches. No había nada cerca del descampado, así que sólo podía significar una cosa; venían a por mí.

—Venga, súbete —me monté en la moto y, al par de segundos, lo hizo Norman detrás mía—. Agárrate fuerte, voy a correr —cogí sus brazos y rodeé mi cintura con ellos. Una vez noté que estos hacieron suficiente presión en mi abdomen, arranqué y aceleré justo cuando vi por el espejo retrovisor cómo un par de coches estaban entrando al descampado.

—¡Dark! —escuché gritar a lo lejos la voz que reconocí como la de Stan, pero ni si quiera giré mi cabeza para comprobarlo; mi atención estaba completamente captada por el recorrido por el bosque que nos quedaba hasta salir a la autovía.

A pesar de que hubiera corrido aún más, el camino era tan escabroso que temí porque tuviésemos un accidente. Si hubiera ido yo solo, seguramente eso me habría dado igual, pero llevaba conmigo a Norman; la persona por la que, literalmente, estaba arriesgando mi vida.

Unos minutos después, al fin llegamos a la autovía. Al parecer, había conseguido despistar a Stan y el resto de compañeros que seguramente iban en mi búsqueda, aunque yo sabía que mi jefe no iba a dejarme escapar así como así; la guerra no había terminado, al contrario, acababa de empezar. Pero debía centrarme en el presente, y ese era que nadie nos seguía por el momento, así que pude respirar un poco, al menos hasta que saliésemos de la ciudad.

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