Capítulo 14.

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—¿Psicología? —murmuré sin poder despegar mis ojos de los suyos.

—Así es —asintió levemente—. Déjame liberarte —apoyó sus manos en mis muslos.

—¿Liberarme? —fruncí el ceño—. ¿De qué? —solté una pequeña carcajada, fruto de los mismos nervios.

—De lo que sea lo que haya creado tu mente —aunque intentó sonar amable, no consiguió que sus palabras me sentaran bien.

—Tú eres quien me está mintiendo —puse mis manos en sus hombros y le di un empujón que le hizo llevar las suyas hacia el colchón para no caerse de espaldas—. Yo veo y escucho a Kill —me coloqué de rodillas e incliné mi cuerpo hacia el suyo—. Él es real —mascullé, cogiendo el cuello de su sudadera.

—Sé que para ti es real —tartamudeó comenzando a asustarse—. Ese es el problema —a pesar de ello, clavó su mirada en la mía y no la apartó hasta que le solté para volver a sentarme.

—No sabes lo que dices... —farfullé a la vez que me ponía en pie e iba hasta el salón para coger mi pitillera y mi móvil—. No puede ser verdad —murmuré mientras volvía a mi habitación.

—Damien —me llamó aún sentado sobre las sábanas.

—Levanta, te voy a amarrar a la silla —contesté de mala manera a los pies de mi cama.

—Está bien, pero escucha lo que tengo que decirte —se puso en pie y caminó hasta mí—. Por favor... —suplicó con los ojos llorosos.

—Si vas a seguir diciendo tonterías... —intenté decir a la vez que cogía el mechero y me encendía el cigarro nada más dejé el móvil sobre la mesita de noche.

—No son tonterías —me interrumpió, agarrando el filo de mi pantalón para que me girase hacia él—. Hace unos meses estudié que los niños que han sufrido traumas severos inventan una personalidad o un mecanismo de defensa fuerte que les sirva de apoyo cuando lo han perdido todo en la realidad —clavó sus ojos en mi cara hasta que yo me digné a mirarle también—. Kill apareció cuando te quedaste completamente solo —agarró la mano con la que no estaba sosteniendo el cigarro.

—¿Quieres decir que estoy loco? —alcé una ceja. A pesar de seguir intentando mostrarle mi dureza, mi garganta fue invadida por uno de los nudos más grande que había tenido en la vida.

—No, no —negó alarmado con su cabeza—. Es más como estar enfermo... —me soltó para llevar una mano a su cuello—. Es decir, cuando tienes un resfriado, necesitas cuidarte lo máximo posible y evitar el frío para no ponerte peor, ¿verdad? —frunció el ceño al estar algo confuso de si yo iba a entender sus buenas intenciones.

—Sí... —murmuré extrañado.

—Pues eso es lo que tienes que hacer —se acercó un poco más a mí y colocó sus manos en mis mejillas—. Yo te cuidaré, y tú evitarás a Kill —me dedicó una pequeña sonrisa.

—No quiero evitar a Kill —a pesar de que estaba más que incómodo con aquella conversación, las muestras de cariño de Norman hicieron que no llegara a enfurecerme.

—Lo entiendo, pero quiero que pienses en si alguna vez te ha aportado algo bueno —fue bajando sus manos hasta mi cintura para que me sentase en la cama—. Si la respuesta es sí, no volveré a decirte nada más sobre esto —se puso de cuclillas, apoyándose en mis rodillas.

—No sé discernir entre lo bueno y lo malo —respondí en voz baja para que mi garganta no se llegase a romper.

—Te gusta lo que te hacen sentir mis caricias, ¿verdad? —sonrió levemente, a lo que yo asentí—. La sensación que recorre tu cuerpo es algo bueno, ¿sientes lo mismo cuando Kill aparece o te habla?

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