Capítulo 37.

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—Esperaba más de un Talpa como tú... —volvió a hablar una vez clavé mis ojos en los suyos—. ¿De verdad creías que no iba a tener a mi hijo vigilado después de todo lo ocurrido? —comenzó a introducirse en la habitación hasta que quedó a tan solo un metro de nosotros.

—Como si hubieras ordenado a toda Cave City a vigilarle —di un par de pasos para acercarme más—. Habría venido igualmente a por él —mascullé entre dientes, provocando que el señor Night frunciera el ceño, pero, tras contemplarme durante unos segundos, sonrió de lado.

—Gemelos... —llamó a los dos hombres corpulentos que se habían quedado en la puerta—. Cogedle —añadió a la vez que hacía un gesto con la mano hacia mí.

Sin espera alguna, los dos guardaespaldas comenzaron a caminar en nuestra dirección.

—¡No! —exclamó Norman colocándose con rapidez delante mía.

—Hijo, apártate —le ordenó su padre con seriedad.

—No voy a permitir que le hagáis nada —estiró levemente sus brazos hacia los lados, como si así fuese a protegerme más—. Damien no es el culpable, tan solo obedecía órdenes de su jefe —dio un paso hacia atrás hasta que su espalda se pegó a mi pecho—. Pero ahora todo es diferente —dejó caer sus brazos y buscó una de mis manos con la suya.

—Norman, no hace... —intenté de decir, pero Darren Night me interrumpió.

—Dime que nunca te ha puesto la mano encima y le dejaré libre —alzó una ceja, sin dejar de observar a su hijo.

—Nunca... —respondió Norman tras unos segundos en los que se quedó en silencio.

—Sí, lo he hecho —intervine con valentía, provocando que su padre llevase su mirada confusa hacia mí, y que Norman se volteara para mirarme sorprendido.

—Damien, ¿qué estás haciendo? —susurró este último, negando levemente con la cabeza.

—Admito mi error —continué hablando, ignorando las palabras del pelinegro. Le agarré suavemente del brazo para colocarle a mi lado y yo quedar cara a cara con Darren—. Pero te recuerdo que, a día de hoy, estoy arriesgando mi vida por él —endurecí el tono de mi voz.

—Además, he tenido oportunidad de escapar y no lo he hecho —añadió Norman, haciendo que su padre frunciera aún más extrañado el ceño.

—¿Es eso verdad? —preguntó, intercalando miradas su hijo y conmigo.

—Así es —alcé mis cejas de manera vacilante a la vez que me cruzaba de brazos.

—¿Por qué? —quiso saber con demasiada incredulidad.

—¡Porque odio mi vida! —exclamó, acercándose a su padre hasta que quedó a un palmo de su cara—. ¡Te odio a ti! —alzó la voz aún más, dándole un empujón por el pecho que hizo que Darren retrocediese un par de pasos con torpeza.

—Hijo, ¿qué estás diciendo? —su voz mostraba mucha confusión, pero también enfado.

—¡Siempre estás demasiado ocupado con tus negocios y nunca me has hecho caso! —gritó con auténtica rabia, provocando que yo le mirase preocupado, ya que nunca le había visto de esa manera.

—Norman... —me acerqué a él para agarrarle por los hombros.

—¡No! —se zafó bruscamente de mis manos y me miró con unos ojos brillantes y enrojecidos—. Llevo toda la vida intentando simular que nunca me ha importado, pero no voy a consentir que, ahora que he encontrado significado a la palabra hogar, lo arruine de nuevo —giró otra vez la cara hacia la de su padre—. Ya tuve suficiente cuando mi madre murió por tu culpa —gruñó con ira, dejándole perplejo; seguramente, Darren tampoco había visto a su hijo de tal modo. Tras unos segundos en los que no apartó sus ojos de los de su padre, escuché cómo le salió un sollozo. Sin más, se dejó caer de rodillas al suelo; gesto que hizo que yo no dudase en imitarle a su lado.

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