Capítulo 23.

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—¿Qué? —respondí sin pensar, aunque había entendido perfectamente lo que me acababa de decir.

Que mates al chico —contestó en el tono tan neutral que empleaba para dar tales órdenes.

—¿Cuándo? —mis dedos apretaron tanto el muslo de Norman que hice que este soltase un siseo de dolor.

—Cuanto antes mejor, quiero quitármelo rápido de en medio.

—Pero...

—Te espero mañana por la tarde en mi despacho —me interrumpió—. Pero no vengas sin haberte deshecho del cuerpo.

—Como tú digas —mascullé con rabia, ya que me estaba tensando al oír cómo hablaba tan banal sobre la muerte de Norman.

Confío en ti, Dark —dijo justo antes de colgar.

Me quedé con la mirada perdida y el móvil pegado a la oreja durante unos segundos más, hasta que Norman colocó su mano sobre la mía en su pierna y llevó la otra a mi pelo para darme una caricia que fue la que me hizo reaccionar.

—Me ha dado la orden... —murmuré aún con mi mirada puesta sobre la mesita.

—¿Cuál? —preguntó intrigado, aunque él sabía muy bien a la que me refería.

—La de matarte —giré lentamente mi cara hacia la suya hasta que nuestros ojos se encontraron.

—¿Y qué vas a hacer? —bajó su mano a mi nuca.

—¿Cómo que qué voy a hacer? —alcé un poco la voz—. No voy a matarte —fruncí el ceño.

—No quería decir eso... —soltó un pequeño suspiro—. Sino que cómo vas a convencerle de que lo has hecho —hizo una mueca de disgusto con la boca.

—Stan confía en mí, no hace falta que le dé explicaciones de nada —me eché en el respaldo del sofá, provocando que Norman también lo hiciese a mi lado—. Sólo tengo que decirle que me he encargado de todo —le miré serio.

—¿Y si alguien viene aquí? —echó su cabeza sobre mi hombro a la vez que se abrazaba a mi brazo.

—No vendrá nadie —dejé caer mi mejilla sobre su pelo—. Y si lo hacen, les mataré —solté una pequeña carcajada que pareció despreocupar un poco al pelinegro.

—Hay que pensar bien las cosas, Damien —alzó un poco su cara para mirarme.

—¿Tienes alguna idea? —me separé de él y levanté una de mis cejas.

—Ya te dije que podríamos huir —se encogió levemente de hombros.

—No es necesario —llevé la mano del brazo libre a su mejilla—. Además, mi trabajo está aquí —di un par de caricias en ella con mi pulgar.

—He visto cómo vives y lo que gastas, debes tener suficiente dinero como para no tener que trabajar durante una larga temporada.

—Tienes razón... —dejé caer mi mano por su cuello hasta su pecho—. Pero Stan sospecharía de mí si me fuese —apoyé mi cabeza en el respaldo para mirar al frente.

—No podemos ocultarnos toda la vida, Damien —Norman endureció el tono de su voz, a lo que yo giré mi cara de nuevo hacia él para mirarle extrañado—. Mejor dicho, yo no puedo estar escondido —soltó mi brazo para echarse hacia delante—. Al fin y al cabo, tú sales de aquí, pero, ¿y yo? —cruzó los brazos sobre sus rodillas, sin voltearse para mirarme si quiera.

—¿Ya te estás cansando de mí? —pregunté comenzando a alterarme, y le agarré del brazo.

—¿Qué? —me miró confuso.

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