Capítulo 19.

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—¿Cómo puedes estar enamorándote de mí? —contesté tras unos segundos en los que no pude evitar quedarme en silencio contemplando sus ojos—. ¿Estás seguro? —fui retirando lentamente mis manos de su cuerpo.

—Lo estoy —bajó las suyas por mi pecho—. Al principio sólo sentía pena por tu situación, pero con el tiempo empezó a gustarme la persona que estaba encontrando en ti —se encogió tímidamente de hombros.

—Pero si soy un asesino —fruncí el ceño—. Te he pegado —solté una pequeña carcajada nerviosa.

—Lo sé y, obviamente, eso no fue lo que hizo que me gustaras —rodó los ojos—. Siempre he sido consciente de los problemas que tenías y de que no vivías en la realidad, así que intenté separarlo de quien eras. He mantenido la esperanza de que en tu interior existía un niño que necesitaba que alguien le cuidara —suspiró con suavidad y agarró mis manos—. Y no me he equivocado, Damien —sonrió de lado.

—Me siento muy extraño... —murmuré sintiendo cómo mi pecho se llenaba de una especie de energía que quería hacerme gritar—. Nunca he experimentado algo así —subí una de mis manos con la suya hasta mi pecho para que comprobara cómo de intenso latía mi corazón.

—Si te sirve de consuelo, yo tampoco —soltó una risa adorable.

—Eso no me consuela, pensaba que al menos tú sabría cómo sobrellevarlo —alcé una ceja.

—Conozco la teoría, pero la práctica será mucho más difícil. Ninguno de los dos llevamos vidas normales, ya de por sí la situación en la que estamos no lo es —aferró sus dedos a los míos—. Pero no me separes de tu lado, por favor —su voz se volvió débil, como si fuera a volver a quebrarse.

—¿Cómo lo hago? Si mi jefe me da la orden, yo... —respondí confuso.

—No te preocupes por eso —me interrumpió a la vez que se soltaba de mis manos para acercar su cuerpo al mío—. Ahora sólo quiero disfrutar de lo que sentimos el uno por el otro —rodeó mi cintura con sus brazos—. Ya veremos cómo lo solucionamos cuando llegue el momento —añadió al apoyar su mejilla en mi hombro.

—Norman, yo no sé nada sobre el amor —llevé mi mano a su pelo para dar caricias en él.

—No tienes que saber sobre él, tan sólo siéntelo —dijo conforme separaba su cara hasta que pudo mirarme de nuevo—. Tu cuerpo se sentirá muy diferente a lo que lo lleva haciendo estos años, pero no tengas miedo porque yo estaré igual que tú.

—Está bien... —respondí no muy convencido del todo.

—Damien —subió una mano por mi espalda hasta que llegó a mi pelo—. A partir de ahora, quiero que no escuches a Kill, tan sólo confía en lo que yo te diga y, más importante aún, demuestro —repasó mi rostro con su mirada—. ¿Vale? —añadió al clavarla en la mía.

—Sí —asentí suavemente con la cabeza, a lo que Norman me mostró una sonrisa leve y rodeó mi cuello con sus brazos para empujarme a su cuerpo. Me abracé a su cintura y escondí mi cara en la curvatura de su cuello.

—Prometo sanar tus heridas —susurró sobre mi oído, lo cual provocó que me aferrase más él y que un par de lágrimas saliesen de manera involuntaria de mis ojos—. No llores más... —se fue separando de mí y colocó sus manos en mis mejillas para limpiarlas con sus pulgares—. Nunca volverás a estar solo —aunque su intención fuese animarme, mis ganas de llorar no cesaron; mi alma llevaba años perdida, y Norman al fin la había encontrado.

Sorbí con fuerza por mi nariz y pasé la manga de mi camiseta por mis párpados, a lo que el pelinegro dejó caer sus manos a la vez que yo me giraba hacia la mesita para coger un cigarro y encendérmelo. Aquella primera calada me sentó como nunca.

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