Capítulo 113

847 46 2
                                    

Estiré mi brazo, apoyando la palma de la mano en el pomo y miré a Draco que sonreía de oreja a oreja. Abrí la puerta y miré en su interior.

Llevé mis manos hacia mi boca de la sorpresa y la emoción por ver ante mí lo que me había hecho Draco.

Era un estudio de pintura completamente equipado. Todo lo que os podáis imaginar estaba allí.

Pinceles de todas las variedades, las pinturas de la mejor calidad posible ya fueran óleos, acrílicos o lápices de colores, batas colgadas pulcramente en un perchero, lienzos, maderas, cartones, paletas de colores... absolutamente todo. Incluso había un montón de caballetes apilados contra la pared.

Siempre había soñado con tener un estudio y Draco había hecho uno para mí, aún sin saber si volvería a verme lo había hecho.

Lo abracé con todas mis fuerzas y no pude evitar las lágrimas.

-No llores –dice abrazándome fuerte.

-Gracias –le susurre contra su pecho.

- ¿Continuamos viendo las habitaciones? Te prometo que luego puedes quedarte aquí a pintar –dice sonriendo.

Yo asentí aún abrazada a él y juntos salimos del estudio.

Las habitaciones de invitados no tenían mucho misterio, todas iguales; los colores eran los mismos que en la otra planta, negro y blanco, con grandes ventanas por las que se podía ver todo Londres y un cuarto de baño propio.

La nuestra era diferente.

En vez de ventanas había dos grandes ventanales y una puerta corrediza por la que se accedía a la terraza. La cama era más grande que una normal de matrimonio. Demasiado grande para una sola persona, pensé. En seguida deseché ese pensamiento porque no quería imaginarme a Draco durmiendo con otras mujeres en aquella cama. Draco pareció leerme la mente.

-Sé que es muy grande, pero no he dormido solo –dice sonriendo. Mi cara se ensombreció. Tampoco hacía falta confirmarlo.

-No es lo que piensas, amor –dice riéndose-. Duermo con él –dice a la vez que abre la puerta de la terraza. Alfenheim entró en la habitación y vino corriendo hacia mí, derribándome y lamiéndome toda la cara.

- ¡Alfenheim! –digo abrazándolo-. ¡Qué grande estás! ¿Se ha portado bien contigo?

-Claro, es un buen perro –contesta a mi pregunta Draco.

-Le preguntaba a él, cariño –digo riéndome.

Draco se ríe también y me ayuda para quitarme a Alfenheim de encima, el cual tenía el doble de fuerza que yo. La última vez que lo había visto fue antes de la guerra. Decidimos que lo mejor sería entregárselo a unos vecinos nuestros ya que no podía llevármelo sin ponerlo en peligro. Fue una de las decisiones más difíciles pero el saber que estaría bien era lo que necesitaba para hacerlo.

-Alfenheim, venga –le dice Draco-, vamos a la terraza.

- ¿Qué haces con él? –pregunto viéndolo irse a la terraza.

-Tu madre quiso que me lo quedara yo –explica Draco-. Tras tu marcha y la pérdida de Víktor no creía poder encargarse de él.

Yo agaché la mirada sintiéndome culpable por abandonarlos en ese momento.

-Hey –dice Draco dándose cuenta-, no te pongas triste. No quiero eso. Quiero que me cuentes que has hecho estos años. Pero primero quiero que me digas si te gusta la casa –dice mientras salimos a la terraza y nos sentamos en los sillones.

-Es muy estilo Malfoy –digo sincera ya que toda aquella casa me recordaba a Malfoy Manor pero sin tanto lujo.

Veo que se empieza a poner triste y agacha la cabeza. Me levanto del sillón y me siento encima suya haciendo que me mire cogiéndolo por la barbilla.

Melody ¿Krum?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora