Capítulo 10. El peso de las lágrimas.

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«El peso de las lágrimas»



Arus, Joham, Jared y yo dejamos a Ada en manos de Aiden para poder descender a las mazmorras que se encontraban debajo del palacio, teníamos que hacerlo a pie porque nadie podía aparecer o desaparecer en ellas, por protección

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Arus, Joham, Jared y yo dejamos a Ada en manos de Aiden para poder descender a las mazmorras que se encontraban debajo del palacio, teníamos que hacerlo a pie porque nadie podía aparecer o desaparecer en ellas, por protección.

Hace siglos que esos túneles llenos de prisiones estaban abandonados y no los utilizábamos, pero en ese momento no se me ocurría un mejor lugar para mantener el cuerpo de Carwyn alejado de todos.

Las paredes de piedra y el olor a humedad nos rodearon. Había polvo y tierra por donde miraras, pero tampoco tuvimos que bajar mucho para encontrar la celda donde Loui y Clío encerraron a Carwyn.

Me detuve frente a las dos hadas que custodiaban la puerta cerrada. Sin decir nada, Loui me extendió las llaves para abrirla. Clío no me miró, pero de reojo alcancé a percatarme de sus ojos rojos.

—¿Sucedió algo más? —quise cerciorarme, aunque de ser así ya me lo hubieran informado.

Fue Loui quien negó.

—Nada.

Asentí y abrí la celda para poder entrar, medio pensamiento bastó para encender las antorchas que estaban adheridas a la pared circular que nos rodeó. Por si acaso, volví a alzar un escudo individual sobre todos mis acompañantes.

El cuerpo de Carwyn estaba al centro, recostado sobre una mesa de metal. Estaba muerto y aun así sus muñecas y tobillos se encontraban atados con grilletes a cada pata de la mesa rectangular.

Por un momento —al ver a Carwyn así— recordé esa serie de zombies que a Ada tanto le gustaba ver cuando vivía en la Tierra y me pregunté qué sucedería si algo así pasara en Féryco. Casi de inmediato, ahuyenté esos pensamientos escabrosos.

Joham y Jared aguantaron la respiración al acercarse a él, completamente pasmados por lo que sus ojos veían.

—No lo toquen —advertí.

—Ni siquiera me atrevería. —Jared hizo una mueca.

Era una muerte muy extraña... y aún mucho más extraño lo que sucedió después. Me acerqué un paso más e hice que el fuego de las antorchas creciera para que iluminara mejor el cuerpo de Carwyn, pero no encontré en él ni una pista de lo que pudo haber sucedido.

No había heridas visibles, ni sangre, ni siquiera señales de lucha. Si no fuera por su piel oscura y las venas negras, podría jurar que murió tras quedarse dormido. Miré a mis espaldas, donde Loui y Clío permanecieron.

—Tú lo encontraste —dije, mirando a la hembra de ojos caoba que tanta calma solía transmitirme.

En ese momento, no había ni una pizca de tranquilidad en el rostro de Clío.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora