Capítulo 39. Viaje a las memorias.

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«Viaje a las memorias»

Tardé al menos un minuto en procesar todo y entender una pequeña parte de cómo funcionaba aquel hechizo

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Tardé al menos un minuto en procesar todo y entender una pequeña parte de cómo funcionaba aquel hechizo. Yo no estaba dentro del cuerpo de Arus como creí que sucedería, pero tampoco tenía mi propio cuerpo. Era una sensación extraña, un ente flotando en esas memorias, pero absorbiendo todo como si tuviera ojos, nariz y boca.

La única diferencia entre la realidad y los recuerdos, era que los colores de estos últimos eran ligeramente más opacos, como si una tenue película gris los cubriera. Aún así, era difícil notar las diferencias. Si yo no supiera que eso había sucedido hace un mes, fácilmente creería que estaba pasando en ese momento.

Me había olvidado por completo del impacto que la transformación de Noah tuvo en mí y, por el rostro de Ada y Arus, supe que ellos pasaron por el mismo shock al encontrarlo, sumado por la conmoción de descubrir la cabeza de Medea junto a él. Tras reconocerla, Arus sacudió uno de sus brazos para hacerla desaparecer.

Ada se dejó caer de rodillas frente a nuestro hijo, el lobito gimoteaba con fuerza y desesperación, así que ella colocó una mano en su cabeza, intentando calmarlo.

—No te muevas.

Sus ojos se alzaron para mirar a su alrededor. Buscándome, me di cuenta. Al no encontrarme, volvió su atención a Noah. Lo examinó cuidadosamente, con una fría expresión de calma que no era verdadera.

—Necesito que vuelvas a tu forma humana, Noah, para poder revisarte.

El lobito soltó un aullido roto y lleno de dolor. Aunque no tenía piel, me invadió la sensación de que algo se erizaba en mi forma incorpórea. Ada apretó la mandíbula y miró a Arus, quien se había posicionado a su lado.

—Está confundido.

—Todos lo estamos —murmuró Arus, pero se hizo cargo de la situación y comenzó a soltar instrucciones—. Noah, necesito que hagas lo que te digo. Respira. Concéntrate. Serénate. Te ayudaré a volver.

El pecho del lobito subía y bajaba agitado, pero pude ver en sus ojos que la concentración fluía mientras seguía acatando las órdenes que Arus le daba. Ada suspiró con alivio cuando el niño de 8 años volvió a aparecer frente a ellos, pero se puso pálida al percatarse que la rodilla de nuestro pequeño estaba en un ángulo incorrecto.

La piel de Noah estaba gris por el dolor y Arus lo mantuvo lo más quieto posible con su magia, para que no dañara más su pierna.

—¿Quién te hizo esto? —la voz de Ada fue dura y fría.

—Clío.

Sus manos se tensaron en dos puños.

—¿Clío estuvo aquí?

—Ella lo tiene. Se llevó a papá —explicó con palabras atropelladas—. Dijo que nos cazarán y cuando tengan la llave, no podremos escondernos de ellas.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora