Capítulo 50. Un nuevo amanecer.

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«Un nuevo amanecer»

Ada cubrió su boca para amortiguar el grito de agonía que escapó desde el fondo de su pecho, pero Caelum colocó una de sus manos en su hombro para tranquilizarla

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Ada cubrió su boca para amortiguar el grito de agonía que escapó desde el fondo de su pecho, pero Caelum colocó una de sus manos en su hombro para tranquilizarla.

    —Su corazón se está purificando, dale un minuto.

    —¿Qué? —parpadeó sin comprender, justo cuando el cuerpo de Estrella comenzaba a brillar con un resplandor dorado.

    —Ada, mira. —Señalé a nuestra hija.

Nos inclinamos sobre ella para no perdernos ni un segundo de lo que estaba pasando. Ninguno de los dos lo podíamos creer cuando, poco a poco, sus venas comenzaron a iluminarse en color oro para deshacerse de la oscuridad.

Caelum sonrió al ver nuestra reacción.

    —Si hay alguien que lo merece, son ustedes —nos dijo mirando hacia las praderas con tranquilidad—. Fue una batalla espectacular la que dieron hoy para defender su hogar.

Ada tomó la mano del ángel y la apretó con fuerza.

    —Gracias. —Y la sinceridad estaba grabada como fuego en sus palabras.

El sonido de una profunda respiración llegó a nuestros oídos y nos apretujó el corazón con fuerza. Cuando volvimos la vista hacia abajo, Ada y yo nos estremecimos al encontrar esos pequeños ojos plateados abiertos, con el manto de las estrellas de la noche reflejados en ellos.

Estrella parpadeó una vez y nos miró. Una enorme sonrisa nos mostró todos sus dientes de leche.

    —¡Papi! ¡Mami!

Sollocé al escucharla, con tanta desesperación que sentí que iba a romperme de nuevo. La cargué hacia mí para esconderla entre mi pecho y mis brazos y abrazarla con fuerza. La cabecita de Estrella se acomodó perfectamente en el hueco de mi cuello, estaba hecha para encajar conmigo.

    —No tienes idea de lo mucho que te amo, hija —confesé.

La abracé un largo minuto antes de aflojar mis brazos alrededor de ella y ofrecérsela a Ada. Su mamá la tomó de las axilas para abrazarla y llenarla de besos en todas partes. Amira, Joham y Jared se dejaron caer a su lado para unirse a los mimos.

Elof y Loan decidieron acercarse a mí y abracé a los dos al mismo tiempo, con una fuerza similar a cuando me aferré a Estrella. No había necesidad de palabras, que los tres estuviéramos juntos y unidos en ese momento era más que suficiente.

Por encima del hombro de mi padre vi que el arcángel se ponía de pie, recuperando su postura recta y autoritaria.

    —Caelum... —lo llamé, dispuesto a agradecerle con mi vida. Él debió leerlo en mis ojos porque me rechazó con un gesto en su mano incluso antes de que yo continuara.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora