Capítulo 14. Un soprano perfecto.

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«Un soprano perfecto»

Abrí la puerta de nuestra habitación y los niños entraron tan tranquilamente que fue inevitable asombrarme un poco

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Abrí la puerta de nuestra habitación y los niños entraron tan tranquilamente que fue inevitable asombrarme un poco. Ada se enderezó al verlos llegar y apuró el tónico que tenía entre sus manos, para después dejar la taza sobre el buró a su izquierda.

—Hola niños —saludó llena de paz al comprobar que nuestros hijos estaban bien—, los extrañé muchísimo.

Noah y Alen treparon a la cama enseguida para abrazarla tan cuidadosamente que mi corazón se enterneció. Tomé a Estrella de las axilas para elevarla con facilidad y dejarla en su regazo, la niña se aferró a su pecho como si su vida dependiera de ello.

Ada comenzó a repartir caricias especiales para cada uno de sus hijos, recibiendo a cambio besos y mimos tan delicados que me relajé de inmediato. Tal vez eso sí había sido una buena idea.

—Mamá —Noah acunó la mejilla de Ada con su mano— ¿qué tienes?

Ella evaluó a su hijo antes de contestar.

—Me duele el pecho —confesó y posó su palma justo en el lugar donde tenía el moretón, pero que no podía verse porque la bata lo cubría—. Esta mañana recibí un golpe aquí, hecho con magia. Puede que tarde algunos días en sanar pero eso no debe preocuparlos, estoy bien.

—¿Segura? —dudó.

—Te lo juro.

Noah le creyó.

Subí a la cama para recostarme a un lado de ellos y en cuanto mi cuerpo tocó la suavidad del colchón sentí que iba a desfallecer. Ya no me quedaba más energía. Vi a Ada acomodar a los tres niños en su cuerpo, ellos estaban hechos para complementarse con ella.

Noah cabía perfectamente a su costado, en el hueco de su brazo derecho. Alen se quedó sobre sus piernas, abrazado a su cintura y recostado sobre su estómago. Estrella estaba envuelta en su brazo izquierdo y acomodada en su pecho. Esa era una imagen que estaría grabada en mi memoria para siempre.

Haciendo tiernas caricias en sus cabellos, Ada comenzó a cantar. Cerré mis ojos y me hundí en la almohada, dejándome llevar por la melodía. Cuando ella cantaba, su voz se volvía aún más dulce y ligeramente aguda, alcanzando un soprano perfecto.

Con notas vocales equilibradas y naturales, Ada nos sedujo a los cuatro con su melodiosa voz y nos sumergió en las palabras que entonaba con tanto amor que pude sentirlo en mi piel. Literalmente. Hasta los vellos de mis brazos se erizaron, lo que me recordó a la primera vez que la escuché cantar de esa manera.

La ventana estaba abierta, así que su voz se desplazó por el aire hasta llegar a mis oídos. Me quedé quieto al escucharla, distrayéndome sin querer, pero un par de minutos después volví a concentrarme para terminar mi labor y revisar el perímetro de su casa, asegurándome de que ningún peligro la acechara.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora