Capítulo extra. Bruja rompe sermones.

365 74 53
                                    




«Bruja rompe sermones»

AIDEN. PARTE VI.

 PARTE VI

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

UNO.

Enid me estaba evitando y yo no sabía porqué.

La noche anterior ella había decidido quedarse con Estrella para monitorearla, mientras mamá y yo nos encargábamos de los heridos, tanto hadas como forestnianos.

Mi familia y yo volvimos a Sunforest después del amanecer. Estaba agotado, tanto por la batalla como por las curaciones, así que apenas puse un pie en mi cuarto caí rendido y dormí como un tronco por el resto del día.

Fue Jared quien me despertó y solo para avisarme que el funeral de Arus comenzaría dentro de poco, así que me bañé rápidamente, bajé a la cocina en busca de comida —porque estaba muriendo de hambre— y nos marchamos nuevamente a Féryco, después de que Joham nos otorgara el permiso para entrar.

No vi a Enid hasta que el funeral comenzó y cuando intenté acercarme a ella, me notó y se escabulló por la muchedumbre para alejarse de mí. Me quedé pasmado ante la reacción.

«¿Estás molesta conmigo?»

No recibí respuesta y me frustré al caer en la cuenta de que Enid ahora era humana. No más conversaciones telepáticas, ella bien podría escucharme pero no responderme de la misma manera.

Decidí dejarlo pasar y hablar cuando tuviéramos más privacidad. De todas formas, probablemente ese no era el momento para averiguar si estaba molesta conmigo.

Más tarde, cuando nos reunimos en el palacio, fue cuando comprendí que realmente me estaba evitando. Huyendo de mis ojos, sentándose lejos y utilizando a los niños como excusa para que no me acercara a hablar con ella. Me puse de malas inmediatamente porque no entendía el motivo de su actuar y Enid no se molestó en explicarmelo.

¿Cómo quería que yo lo adivinara por mi mismo? Podía hablar con la mente pero no leerla.

Papá y mamá detectaron mi mal humor como dos sabuesos y se sentaron conmigo en el salón dorado. Los ojos amarillos de mi padre me estudiaron con la tranquilidad que lo caracterizaba. En cambio, los violetas de mi madre curiosearon con más transparencia.

—¿Cómo estás, hijo? —preguntó él con naturalidad.

—He estado mejor.

—¿Quieres contarnos?

—No en realidad.

—Tal vez podemos ayudarte —insistió mamá.

—¿Qué quieres saber? —suspiré con resignación.

Ella no dejó escapar la oportunidad.

—No sabíamos sobre Enid y tú.

—Porque era un secreto.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora