«Partida de ajedrez»Una pesadilla me sacudió de tal manera que cuando desperté, las sábanas de la cama estaban pegadas a mi cuerpo empapado de sudor frío. Tenía la respiración acelerada por los gritos que había dado y descubrí a Ada agitando mis hombros para intentar devolverme a la realidad.
—Ezra. —La escuché jadear—. Solo es un sueño, estás a salvo.
Moví mis brazos y mis piernas, solo para constatar que estaba libre de las cadenas que me aprisionaron el último mes. Gemí de alivio al comprender que así era.
—Ezra —repitió Ada.
Aparté sus manos de mi cuerpo sin detenerme a pensar si estaba siendo demasiado brusco, pero a pesar de haber despertado sentía como la oscuridad a mi alrededor me oprimía hasta dejarme sin aire. No podía respirar. Tenía que salir de ahí.
Salté de la cama ignorando sus llamados y mis pies me llevaron hasta las puertas de cristal de nuestro balcón. Las abrí y apoyé mis temblorosos brazos en el barandal. Luz. La luz de las estrellas iluminaba ese pequeño espacio y las praderas a mis pies, ayudándome a escapar de la oscuridad.
Miré a mi reino dormido, dejando que la paz de la noche calmara mi ritmo cardiaco. El aire entraba de nuevo a mis pulmones. Inhalé. Exhalé. Una y otra vez. Despacio. No estaba en la caverna. No estaba encadenado. Estaba en mi hogar.
Empujé una brisa hacia mi cara para refrescar mi piel y cerré los ojos, tomándome mi tiempo para disfrutarla. Escuché claramente como Ada se deslizó fuera de la cama, pero se detuvo en la entrada del balcón para darme mi espacio. Sin embargo, el lazo despertó en ese momento, seguro para evaluarme. Por lo tanto, yo sentí toda la preocupación que bullía en su pecho.
Y la culpabilidad me golpeó.
—Lo siento.
Ella terminó por acercarse al escuchar mis palabras. Fingiendo estar mucho más tranquila de lo que en realidad se sentía, se recargó en el barandal y también miró hacia las praderas.
—¿Por qué lo sientes? No es tu culpa.
—Tal vez lo es.
Entonces, ella sí me miró y la percibí evaluando mi rostro.
—¿Qué quieres decir?
—Soportar toda esa tortura no sirvió de nada. De todas formas, ahora ellas pueden entrar gracias a mí. Les he fallado a todos.
Su mano se colocó sobre la mía y su pulgar hizo lentos círculos sobre mi dorso, intentando relajarme.
—Eso no es tu culpa. No había nada que pudieras hacer contra ese hechizo, ninguno de nosotros hubiéramos podido.
No sabía qué responder, así que decidí quedarme callado y fue inevitable recordar cómo había terminado la reunión de esa tarde. Todos los preparativos de los que nos tendríamos que encargar a partir de mañana para poder estar prevenidos ante el inminente ataque de las brujas. La ansiedad nos recorría a todos al no saber cuándo sucedería, ¿qué estarían esperando? ¿por qué no habían venido ya?
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Féryco. Ezra Rey.
FantasyEl rey de las hadas aún no sabe que nunca volverá a ser el mismo una vez que descubra quién está detrás de los asesinatos que amenazan a su reino. ¿Ezra Rey tendrá la fuerza necesaria para proteger a su gente, su familia y a sí mismo? ¿Cuánto tendrá...