Capítulo 34. Fuiste tú.

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«Fuiste tú»

Esa vez, abrir los ojos fue diferente

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Esa vez, abrir los ojos fue diferente. No había oscuridad, frío, sed, ni hambre. Reconocí el techo de mi habitación en lugar del de la cueva y solté un gemido apenas audible.

Casa. Estaba en casa. Cielos, nunca me había dado cuenta de lo cómoda que era mi cama hasta ahora.

—¿Ezra?

La voz me desconcertó. Alcé mi cabeza un poco y recorrí el lugar hasta encontrar a su dueño, los músculos me dolieron solo por ese movimiento, pero no me importó. Eso no se comparaba con la cantidad de dolor que había soportado durante las últimas semanas.

—Jared —lo reconocí.

Él se encontraba sentado en el diván plateado junto con Ada, pero ella estaba dormida entre sus brazos. Su hermano mayor la abrazaba como si intentara protegerla y no dejé escapar eso. Los recuerdos de la bestia en que me había convertido cruzaron por mi mente, aunque algo borrosos.

—¿Le hice daño? —Mi voz seguía tan ronca como en la caverna.

Los brazos de Jared se suavizaron y la tensión de su rostro disminuyó súbitamente. Al parecer, mi preocupación fue señal suficiente para confirmar que yo en verdad había vuelto.

—Ella está... —dudó y sus ojos verdes se ensombrecieron. Respiró hondo, mirándola—. No la heriste, si es lo que te preocupa.

—Yo... —Ni siquiera encontré las palabras para expresar todo lo que sentía en ese momento.

Jared asintió, comprendiéndolo.

—Si no la despierto va a asesinarme —avisó con una sonrisa que no llegó hasta sus ojos—. ¿Estás listo?

Miré a Ada y la misma cantidad de miedo y anhelo me abrumó, pero incliné la cabeza y asentí suavemente. Eso fue todo lo que mi cuñado necesitó para seguir adelante.

—¿Ada? —la sacudió ligeramente. Ella se removió.

—¿Qué? —casi reí cuando la escuché malhumorada, no había cambiado ni un poquito.

—Te quedaste dormida. Y Ezra despertó.

Los ojos de Ada se abrieron de golpe y miró a su hermano, algo desorientada. Jared se limitó a señalarme con la barbilla y ella siguió el camino que la llevó hasta mí. Intenté sonreírle, pero estaba seguro de que solo logré hacer una mueca.

Jared la liberó por completo de su abrazo y ella se puso de pie con un salto, se notó que sus piernas temblorosas apenas pudieron sostenerla, pero se las arregló para caminar hasta a mí y sentarse al borde de la cama. Cuando intenté alzarme para estar a su altura, su mano me empujó de vuelta con una fuerza sorprendente. O tal vez yo estaba más débil de lo que pensaba.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora