Capítulo 18. Vínculo de almas gemelas.

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«Vínculo de almas gemelas»

Las últimas palabras de Arus formaron un nuevo silencio, pero Ada y yo no nos atrevimos a mirarnos, asustados del miedo que podríamos encontrar en los ojos del otro

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Las últimas palabras de Arus formaron un nuevo silencio, pero Ada y yo no nos atrevimos a mirarnos, asustados del miedo que podríamos encontrar en los ojos del otro.

El estómago se me encogió cuando miré de nuevo a Brisa, ¿era yo un rey incapaz de proteger a mi gente? ¿A mi familia? Me enojé conmigo mismo, nunca debimos marcharnos al infierno.

Frey, Nia y Loui seguían ahí, inmóviles. En su rostro pude leer fácilmente que no sabían si irse o permanecer en el lugar.

—¿Pueden llevar a Brisa a las mazmorras? —pedí, más que nada para mantenerlos ocupados mientras Ada y yo terminábamos de procesar el nuevo asesinato y el secuestro de nuestro hijo—. Sin tocarla.

Frey asintió de inmediato, Nia y Loui lo siguieron sin mediar palabra. En cuanto nos quedamos solos Ada presionó su estómago con una mano, tratando de controlar su respiración.

—¿Estás bien? —preguntó Arus con la misma angustia que yo estaba sintiendo.

—Necesito sentarme... solo un minuto.

Su abuelo acercó una de las sillas posicionadas alrededor de nosotros y Ada se dejó caer en ella, con los codos apoyados en sus rodillas y la cara enterrada en sus manos.

—No entiendo qué está pasando... —se lamentó.

Arus me observó, preocupado. Él también quería averiguar mi reacción, pero yo simplemente estaba de pie, mirando a mi esposa como un inútil. Todo lo que sentía no se reflejaba en mi rostro, pero comenzaba a quemarme tanto por dentro que una neblina estaba ofuscando mi mente.

Carwyn.

Brisa.

Alen.

¿Por qué la dulce Clío estaba haciendo esto? ¿Por qué ella iba tras Ada? Algo ahí continuaba sin tener sentido.

—Estamos perdiendo tiempo —Ada alzó su cabeza y me miró—. Tenemos que ir por él, antes de que sea demasiado tarde.

Lo sabía, por los Dioses que lo sabía ¿pero dónde buscarlos? No teníamos ni una maldita pista acerca de su paradero. Ada pareció leer mis pensamientos, aunque no los expresé en voz alta ni telepáticamente.

—Me quiere a mí.

—Te quiere muerta —corregí.

—Mejor eso a que mate a Alen.

Gruñí, ante cualquiera de las dos perspectivas.

—No hagamos ninguna tontería —interpuso Arus—. Lo que necesitamos es un plan infalible.

—No tenemos tiempo de crear un plan infalible, no cuando la vida de mi hijo peligra. —Su desesperación me contagió, la ira abrasó el interior de mi cuerpo como ríos de lava corriendo a través de mis venas—. Llamémosla —añadió— y ofrezcámosle un intercambio.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora