Capítulo 13. Travesuras sabor manzana.

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«Travesuras sabor manzana»

Toda la familia de Ada regresó conmigo a Sunforest, excepto Aiden

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Toda la familia de Ada regresó conmigo a Sunforest, excepto Aiden. El sanador se quedó atrás para aprovechar el breve momento de calma, darle una última revisión a mi esposa para cerciorarse de que todo estuviera bien y prepararle un tónico que ayudaría a calmar su corazón, con el fin de que recibiera a los niños lo más tranquila posible.

Recién aparecimos en el castillo de Sunforest, Joham y Jared me cerraron el paso. No me moví, esperando pacientemente a que se explicaran.

—¿Podemos hablar? —requirió el padre de Ada.

—¿Tomará mucho tiempo? —intenté averiguar, en verdad quería ver a mis hijos.

Fue Jared quien negó.

—Solo unas palabras.

Amira pasó por mi lado y se despidió con un suave roce en mi hombro. Aún había vestigios de preocupación en su semblante, pero se forzó a sonreír cuando me miró.

—Le avisaré a Flora que estás aquí.

—Gracias.

—No tienes nada que agradecer. Al contrario, Ezra.

La sinceridad de sus ojos azules me traspasó de tal manera que quedé mudo y vulnerable ante ella. No cabía duda, Amira Rey era la humana más especial que jamás había conocido. Se marchó sin presionarme con una respuesta de mi parte y me obligué a pestañear un par de veces para volver en mí.

—Vamos arriba —recomendó Jared, buscando privacidad.

Los tres aparecimos en la cima del castillo, con un pintoresco cielo rosa coloreado por encima de nuestras cabezas. El atardecer estaba cayendo sobre ese bosque mágico que yo tan bien conocía, después de todo, las hadas éramos los guardianes de la magia que fluía por ese lugar. Nuestra misión: protegerla.

Miré a mi alrededor, permitiendo que la increíble vista alimentara mi calma. Las copas de pinos y árboles parecían pequeñas desde donde estábamos, pero sus colores verdosos y castaños vibraban tanto que yo los percibía a la perfección. Ese reino también era el hogar de Ada... y se antojaba tan hermoso como Féryco.

—Estamos preocupados —comenzó Jared—, no queremos que la historia se repita.

Crucé mis brazos despacio, tomándome mi tiempo para responder.

—¿Qué necesitan de mí? —interpreté.

—Ella te escucha —reconoció Joham, colocándose frente a mí.

—También a ustedes —refuté imperturbable.

—Pero ella querrá dejarnos fuera de esto —dedujo Jared haciendo con sus dedos unas comillas en el aire— para no preocuparnos.

Féryco. Ezra Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora