Six Feet Under

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Terminé de hacerle el nudo de la corbata a mi esposo antes de entrar a la casa de los O'Connor. No habíamos tenido tiempo de buscar un hotel dónde alojarnos, pero eso ahora no era lo importante.

-Ya estas listo -anuncié, Kentin hizo una sonrisa forzada, y tomados de la mano entramos a la casa, había mucha gente, seguramente esta noticia no había pasado desapercibida, menos en Brai. El que nos recibió fue Gaeil, por primera vez en los años que nos conocíamos, estaba usando traje, y la situación lo ameritaba.

-Hola, Gaeil -saludé. Me abrazó y yo a él. Luego se dirigió a Kentin. Mi esposo y su medio hermano mayor se fundieron en un cálido abrazo. No se dijeron nada, pero en este momento las palabras sobraban.

-¿La abuela? -preguntó Kentin con la voz hecha un nudo. Gaeil le sonrió y nos guio hasta el estudio de Rick. Varias coronas y flores decoraban el salón, quizás para disimular un poco el ataúd dónde descansaba Mae.

Nos acercamos con cuidado y la miramos. Parecía estar durmiendo, su rostro no tenía el dolor de la muerte, ahora tenía la paz de aquellas personas que habían cumplido con su ciclo en la vida. Al verla, Kentin lloró, le tomó la mano y dejó fluir sus lágrimas. Gaeil le puso la mano en el hombro y se la apretó con fuerza.

-Déjenme sólo -suplicó mi esposo, nosotros obedecimos. Nos retiramos del estudio de Rick y caminamos despacio entre la gente que conversaba entre ella.

-¿Cómo estás, Annie? -preguntó Gaeil, yo me encogí de hombros. La muerte de Mae nos había tomado por sorpresa cuando Thomas llamó en medio de la noche para avisarnos que su madre había muerto.

-Aquí estoy, intentando ser fuerte por Kentin -susurré, mientras nos sentábamos en el sofá donde Winny, el terrier escocés de Mae, descansaba.

-¿Qué tal va el trabajo? -preguntó mi cuñado.

-Muy pesado. Cada vez la gente se demanda más entre sí o saca préstamos que luego no puede o no quiere pagar. Sin ir más lejos ya hemos embargado cerca de quince casas por faltas de pago y hemos subastado otras cinco.- le conté-. Luego vienen al estudio a llorar sobre la leche derramada, pidiéndonos que no le quitemos su casa y yo no puedo hacer nada. Sólo cumplo órdenes de mi jefe.

Gaeil suspiró.

-Ni que me lo digas. Yo tuve que vender a Betsy para pagar parte de la deuda que adquirí cuando quise remodelar el local -susurró Gaeil. Lo miré sorprendida.

-¿Vendiste a Betsy? -pregunté, no podía creer que Gaeil haya vendido a su adorada Harley-Davidson, en la cual había pasado los últimos diez años reparándola e invirtiendo mucho dinero en ella para dejarla impecable.

-Sí. Helena es una novia excelente, pero tiene muy malas visiones empresariales -dijo mientras se masajeaba la parte baja de la nuca-. Tuvo la idea de crear una sección en el bar exclusiva para mujeres, ya sabes... como ahora está de moda el feminismo exclusivo: buses para mujeres, asientos para mujeres, metros para mujeres... Así que decoramos todo cómo ella quiso, pero luego tuvimos un problema con una de las clientes porque, según ella, "los hombres no tenían derecho a usar la misma puerta de entrada y de salida que ellas, que eso era micromachismo". En fin... Nos demandó y exigía una compensación por hacerla padecer ese sufrimiento innecesario. Por suerte ganamos la demanda, pero nos hizo una campaña de odio y difamación que nos perjudicó económicamente hablando: Perdimos clientela que era fiel, nos rompieron vidrios, dejaban comentarios negativos en nuestra página de Google...

-Vaya, Gaeil. Qué pena -susurré. Era impresionante hasta que nivel de fanatismo inverosímil podían llegar algunas personas. La idea del sector femenino estuvo buena, pero una cosa era velar por la seguridad de las mujeres y otra muy diferente era la estupidez que estaban haciendo algunas catalogándolo de "feminismo".

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora