¡Tráiganlos de Regreso!

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Cuando llamé a mis padres y a Thomas para contarles lo sucedido se negaron a creerme. Para ellos era algo imposible ya que Kentin había hablado con su padre la noche anterior a su mensaje en el contestador, y en caso de que lo hubieran secuestrado no le permitirían llamarme. Pero yo seguía insistiendo en que no mentía. El único que me creyó fue Gaeil. Que al enterarse que a su hermano menor había llamado diciendo que lo habían secuestrado, canceló su Luna de Miel en Hawaii con Helena y regresó en el siguiente vuelo.

Por más que llamaba al móvil de Kentin, este no respondía, saltaba directo al contestador. En el ejército no podían darme información de ningún tipo, y también tuve que llamar al Cuartel en Kuwait pero no obtenía respuesta de ningún tipo.

Fue la semana más larga de mi vida hasta que Kentin dio señales de vida. Apareció en la televisión, arrodillado y vistiendo un traje de presidario color anaranjado, junto con el resto de sus compañeros, con la cara demacrada y siendo apuntado con una ametralladora en la cabeza. Al verlo me tapé la boca con las manos y mis lágrimas empezaron a caer, mi madre se llevó a los niños de la cocina y Gaeil me abrazó mientras uno de los captores hablaba en ese lenguaje inentendible que era el árabe. Abajo, los subtítulos iban traduciendo lo que iba diciendo el que parecía ser el jefe de los captores. Pedían al país que se les treinta millones de dólares por la unidad completa para ponerlos en libertad o de lo contrario serían decapitados. El captor de Kentin lo tomó de los cabellos de la nuca y lo obligó a que levante la cara para que se lo vea bien en cámara.

-Y a este infiel católico lo crucificaremos si no convierte al islam. -Kentin abrió los ojos y miró a la cámara, tenía la mirada llena de dolor y odio.

Gracias a una página de Facebook creada por una de las esposas de un compañero de unidad de Kentin iba todos los miércoles y domingos al grupo de contención para familiares de los soldados capturados.

-¡Mi novio se encuentra capturado por esos malnacidos! ¡Cada vez que aparece en la tele tiene un golpe más en el rostro! ¡Y el presidente de la Nación no hace nada por traerlos a casa! -dijo Jay, uno de los miembros del grupo-. ¡Son seres humanos, son soldados que fueron a combatir para proteger al país y este hijo de puta se lava las manos!

Todos estuvimos de acuerdo. Debíamos de unir fuerzas para traer a nuestros seres queridos de ese infierno que estaban viviendo. El presidente de la Nación nos recibió en el Senado porque en otro sitio no cabíamos todos.

-Hay familias enteras que dependen pura y exclusivamente del soldado que está secuestrado para sobrevivir -dijo Letizia, una de las esposas con quien había hecho muy buena amistad. Su marido, Thales estaba en la misma unidad de Kentin-. Hay madres que perdieron a sus esposos y ahora también perderán a sus hijos. Hay niños que sólo tienen a su padre, no puede abandonarlos a la buena de Dios.

-Estamos dispuestos a reunir fondos para poder traer a nuestros maridos, novios, hijos y padres de regreso -dijo una señora ya entrada en años que apenas podía mantenerse en pie-. Mi hijo, Hugo, es todo lo que tengo.

-Son treinta millones de dólares, no podrán reunirnos antes del plazo que exige ISIS-dijo el presidente con cara de pocos amigos-. Y tampoco voy a permitirles que lo hagan, no dejaré que financien su rescate.

-¡¿Quién es usted para impedir que rescatemos a nuestros muchachos?! -exclamó Thomas a mi lado, Gaeil estaba que sacaba fuego por los ojos-. ¡Ellos están luchando la guerra que usted inició!

-¡Ellos están cumpliendo con su deber! -le gritó el presidente-. ¡Si pagamos su rescate le daremos más armas a ISIS! ¡Hay cientos de civiles que están muriendo y sus familiares se resignan a la suerte que deben correr! ¡No pagaremos ningún rescate!

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora