Neoplasia

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Liam regresó de Londres cargado de regalos para todos, aunque con la triste noticia que no lo habían elegido para formar parte del equipo nacional de rugby. Pero con la llegada de mi hijo mayor los enfrentamientos entre él y Catrina regresaron.

Kentin y yo empezamos a trabajar todo el día aprovechando que nuestros hijos ya estaban crecidos y podían cuidarse a sí mismos; sin embargo, trabajar el doble a lo que estaba acostumbrada me estaba agotando física y mentalmente. Mi cabello se caía a raudales, había subido de peso y la exposición al polvo y peso de los expedientes que cargaba contra mi pecho había provocado que estos enrojecieran y cambiaran de tamaño.

Me la pasaba en la oficina todo el día, adelantándome al paso de mis colegas abogados; pero debía trabajar, quería llevar a los niños a Disney ahora que Dante estaba en edad de disfrutar un poco más el encanto del parque que había conocido siendo sólo un bebé. Nos debíamos ese viaje en familia, en todos estos quince años sólo habíamos viajado juntos una vez, y ese viaje nos costó el Jeep de Kentin.

Nuevamente el silencio y la frialdad en mi esposo se hicieron presentes. Patton había fallecido hacía unos días, si la muerte de Fuser lo había afectado, la de Patton lo destrozó.

Reacio a querer adoptar otro perro de servicio se encerró en sí mismo y sólo dirigía la palabra cuando se lo hablaba. La intimidad entre nosotros se había visto seriamente afectada; y, por mucho que él lo niegue, Kentin había cambiado. Ya no se acercaba como antes, su mirada no era la misma... Hasta sus besos eran distintos... Imaginé que podía ser por su estrés post traumático, pero decidí mantenerme al margen y concentrarme en mi profesión.

Regresé a casa mientras Cowboys Junkies sonaba en los parlantes de la camioneta. Había sido un día muy agitado, los clientes estaban muy intolerantes y ansiosos porque salgan los juicios, así que llegaban cargados de amenazas y reclamos. Lo único que quería era llegar a casa, sacarme los zapatos y disfrutar de la tranquilidad de mi hogar.

Accioné el portero eléctrico y entré con la camioneta. Estacioné cerca de la galería y apagué el motor, aunque también la hermosa voz de Margo sufrió un apagón ¿Por qué la vida no podía ser como en las películas, siempre ambientada por música perfecta para cada momento?

Observé que el buzón tenía cartas, así que antes de entrar en casa regresé caminando por la huella de tierra que la camioneta dejaba al entrar a la propiedad y tomé de mi manojo de llaves la indicada para la puertita de hierro.

Las saqué a todas juntas y volví a cerrar el buzón, mientras regresaba a casa fui pasándolas una por una: Deudas, deudas, publicidad basura, más deudas, una carta de Rosa...

¡Una carta de Rosa! Sonreí al ver que mi vieja amiga no se olvidaba de mí. Había dos cartas de la escuela de rugby para Liam y una para Catrina, no tenía remitente. Otras madres habrían rasgado el papel y leído el contenido de la carta, pero respetaba la privacidad de mi hija. Así que cuando entré a casa dejé la correspondencia en la mesita de café que siempre estaba al lado de la puerta.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora