Palomas Blancas

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Abrí la puerta de entrada mientras sostenía a Dante en brazos. Mi pobre hijo estaba con fiebre y no podía hacerla bajar pese a todos los baños fríos que le había dado. Del otro lado estaban Gaeil y Helena.

-Hola, cuñadita -saludó mi cuñado con una sonrisa.

-¡Gaeil, Helena! Pasen, por favor -exclamé mientras me hacía a un lado. Los niños al escuchar la voz de su padrino bajaron corriendo las escaleras, algo que no me gustaba que hagan.

-¡Tíooooo! -gritaron mientras se prendían a las piernas de Gaeil, luego pasaron a atacar a Helena-. ¡Tíaaa!

-¡Hola, diablitos! -saludó Gaeil. A Helena no le gustaban mucho los niños, sin embargo recibía su cariño con alegría.

-No me basta verte todos los días en la oficina -rio al saludarme. Yo ahogué una carcajada y saludé con un beso en cada mejilla, como ella acostumbraba. Gaeil miró a Dante que le sonrió.

-¡Ya te están saliendo los dientes, enano loco! -le dijo mientras mi hijo se retorcía de la risa en mis brazos mientras mi cuñado le hacía cosquillas. Yo le pasé a Dante que estaba muy contento de ver a su tío, los niños se fueron con su Gaeil y Helena y yo nos sentamos en la sala de estar a conversar.

-Veo que a Gaeil le encantan los niños -dije mientras observaba como jugaba con sus tres sobrinos a la vez.

-Sí, aunque yo ya le avisé que no quiero tener hijos. Ya estoy vieja para ello -dijo Helena mientras se sentaba majestuosamente en el sofá a mi lado. Lo cierto era que Helena ya rozaba los cuarenta años y Gaeil ya estaba cerca de los 45. Ya había pasado la época para ser padres.

-Es una lástima, se ve que quiere a los niños y ellos a él, aunque tienes razón. Ya no es lo mismo -dije-. Yo misma decidí hacerme ligar las trompas luego de que Dante nació.

-Bueno, Annie. Pero vos ya tenías dos hijos antes que nazca Dante. Es entendible que hayas tomado esa decisión. Mis amigas no pueden creer que no quiera tener hijos. Dicen que no es natural a mi naturaleza de mujer. -Helena parecía molesta-. Como si no fuésemos demasiados en este mundo como para sumar una generación más. Mi madre quiere matarme porque esperaba tener nietos y consentirlos, pero estas uñas no están hechas para cambiar pañales y limpiar vómito.

Dijo mientras levantaba sus manos con uñas esculpidas. Lo cierto era que no había visto mujer más chic que Helena.

-¿En qué puedo ayudarles? Imagino que vinieron aquí por algo en especial -dije y me acomodé la ropa de casa que llevaba en ese momento. Vestía un pantalón de gimnasia todo sucio y desteñido por la lejía y los químicos que usaba al limpiar, el mismo que usaba cuando Kentin no estaba o estaba deprimida.

-Venimos a entregarte la invitación a nuestra boda -dijo Gaeil mientras colgaba a Catrina de un pie y con el otro brazo sostenía a Dante.

-¿La boda? ¿No lograron cambiar la fecha? -pregunté mientras miraba a mi cuñado.

-No. Fue imposible -dijo Helena apenada-. Esperábamos poder conseguir algo después que Kentin termine el servicio militar, pero no hubo caso. Para colmo no nos quieren cambiar la fecha de los pasajes, por ende la luna de miel también estaba en juego.

-¿Ya decidieron a dónde ir? -pregunté.

-Llegamos a un acuerdo. -Gaeil se sentó con nosotras aún con Dante en los brazos y mis hijos nos rodearon-. Nos vamos a Hawaii.

-Aloha! -dijo Helena moviendo la mano como saludo.

-¡Pero Hawaii es hermoso! -exclamé.

-Sí, pero no nos vamos a Honolulu. Nos vamos a Lihue -respondió Helena, molesta y se cruzó de brazos.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora