El despertador interrumpió mi sueño, tanteé la mesa de luz al costado de mi cama hasta que lo encontré y apagué el molesto sonido. Regresé el brazo bajo las sábanas.
No quería ir al colegio... Hoy tenía examen de algebra y no había estudiado absolutamente nada... Tenía una chuleta guardada en la cartuchera pero no estaba segura sobre si usarla o no. La profesora ya me había descubierto una y me había perdonado la vida al no informar nada, pero me dejó bastante claro que ello no volvería a ocurrir. Si decidía hacer trampa seguramente aprobaba... Pero me exponía a una sanción grave, equivalente a no ser aceptada el año entrante en el mismo colegio.
Honestamente, la educación básica no me importaba. Pero debía terminar mis estudios si quería entrar en el American Ballet de Nueva York, era uno de los requisitos mínimos, además de tener un currículum respetable, tener conocimientos mínimos de francés y no ser mayor de dieciocho años. Aunque también el Ballet de Bolshoi, Viena y el Royal Ballet eran buenas opciones, pero deseaba fervientemente convertirme en Paloma Herrera, que la maestra Plisétskaya esté orgullosa de mí... Y que mis padres no sientan vergüenza de mí por una vez en la vida. Suspiré.
-Arriba, Cat... -me animé a mí misma. Salí de la cama y empecé a buscar mi uniforme. No sabía que iba a hacer con el examen, pero no podía faltar al colegio, era mitad de año y casi fin de semestre, ya no quedaba nada para los finales y debía de ponerme al día con las clases para poder aprobar.
Tres golpes en la puerta rompieron la monotonía de mis pensamientos.
-¿Ya estás despierta, Catrina? -preguntó Dante. Se suponía que yo era su hermana mayor, yo debía cuidarlo a él, pero ocurría lo contrario. Muchas veces Dante me cuidaba a mí, en especial con mi salud.
-Sí, Dan. Ya estoy levantada -respondí.
Desde que Liam me delató con las met que mi organismo había cambiado abruptamente; me sentía más cansada, tenía más hambre y había bajado mi rendimiento académico. Cuando me consumía me sentía imparable, podía bailar cinco horas seguidas y estudiar otras cinco más; pero ahora como mi cuerpo se había desintoxicado estaba deshecha. Sabía que jugaba a la ruleta rusa con eso, pero como decía Maquiavelo «el fin justifica los medios»; y Dios sabía lo mucho que deseaba ser una bailarina profesional.
Antes de vestirme empecé con un tortuoso ritual: Vendarme los pechos.
Había sido "bendecida" con la delantera de mi madre, cosa que provocaba muchos acosos, burlas e insultos por parte de mis compañeros de colegio; así que todas las mañanas tomaba unas tiras de vendas y me fajaba el busto; de esta manera disimulaba el tamaño de mis senos, hacía lo mismo para danza. Luego me colocaba el uniforme.
Generalmente iba a clases con el cabello suelto, pero últimamente estaba recogiéndolo en un moño y lo decoré con un pasador de cabello con unos cristales de nieve. Ese accesorio era un regalo de mi madre, uno de los pocos recuerdos felices de la etapa en que mi padre estaba en guerra y mamá tuvo que cuidarnos a los tres.
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Corazón de Melón con Fresa (libro #4)
FanfictionREEDICIÓN 2023: Esta historia ha sido reeditada a fin de corregir errores de gramática, coherencia, cohesión, ortografía y sintaxis que cometí cuando la escribí por primera vez. Espero que disfrutes de esta nueva edición. CONTENIDO DE LA HISTORIA: ...