De Regreso a Casa

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El militar que empujaba a Kentin fuera de la sala de arribos se detuvo y mi esposo me miró con esos ojos que parecían demasiado grandes para su rostro. Se lo notaba cansado por todo lo que había tenido que vivir, estaba pálido y ojeroso; sus manos parecían ser dos guantes de piel unidos directamente a sus huesos. Había perdido la tonalidad muscular ganada antes de ir a la guerra, su cabello se lo notaba opaco y sin vida, vi que le faltaban varios trozos de pelo en la cabeza, pero lo que más me impactó fue la pierna.

Le habían amputado la pierna izquierda a la altura de la rodilla, quizás un poco más arriba ¿Qué había sucedido durante este tiempo para que los médicos hayan tenido que tomar semejante decisión?

Kentin me miró a los ojos, en ellos había dolor... El dolor más profundo del que vi jamás. El soldado que lo empujaba nos miró impaciente.

-¿Ustedes son los familiares de Kentin O'Connor? -preguntó con un marcado acento estadounidense mientras se acercaba hacia dónde estaba yo.

-S-sí -dije mientras intentaba reaccionar.

-Firme aquí, please -dijo mientras me tendía un papel y un bolígrafo. Yo lo miré fugazmente: Era un certificado de entrega que desligaba de toda responsabilidad al soldado que había traído a Kentin de regreso al país, sano y salvo... Si es que el estado en el que se encontraba mi marido pudiera considerarse como "sano". Tomé la hoja y el bolígrafo y firmé dónde estaba marcado; se lo devolví y el soldado se fue por dónde vino.

Creo que el shock de ver a Kentin en el estado en el que encontraba nos dejó paralizados a todos, porque ninguno reaccionó hasta que él suspiró y empezó a empujar su silla de ruedas con impaciencia. Castiel intentó ayudar pero Kentin lo frenó en seco.

-No se preocupen. Tengo una pierna menos, no las dos manos -gruñó. Me quedé estancada en el lugar donde estaba, con mis hijos a mis costados, viendo como Kentin se acercaba empujando su silla, mirándonos a los ojos. Se detuvo y me miró-. ¿No vas a saludarme?

No sabía cómo reaccionar; había imaginado este momento durante semanas: Llegar corriendo a su encuentro, saltar a sus brazos, abrazarlo con mis piernas, fundirnos en un beso apasionado... Quizás un abrazo lleno de lágrimas y risas de alegría y alivio al encontrarnos juntos nuevamente... Pero... Esto nunca estuvo ni en más alocadas fantasías.

Sin embargo estaba vivo, mi esposo estaba vivo. Las lágrimas afloraron desde lo más profundo de ser y me arrojé a Kentin mientras éste me recibía con los brazos abiertos desde su silla de ruedas. Lloré con fuerzas mientras él acariciaba mi cabello, me hundí en su cuello y traté de oler el perfume que siempre tenía su piel, pero hasta eso había cambiado... ¿Qué otros cambios irían descubriendo durante este tiempo?

Mis hijos se acercaron a su padre y lo recibieron con abrazos y besos, Kentin los recibió con alegría de volver a ver a sus hijos. Gaeil se acercó y dejó a Dante en el regazo de su padre; mi hijo sonrió al verlo nuevamente.

Normalmente, Gaeil habría hecho una broma a costas de Kentin, como "qué mala pata", "tú no eres cojo, eres cojonudo" o "la situación marcha sobre ruedas"... pero creo que se frenó a sí mismo al ver que su hermano se había salvado por muy poco y que Kuwait le había dejado marcas más profundas que sólo una pierna menos.

-Bienvenido, hermanito -dijo simplemente. Eso era lo justo y necesario que se podía decir.

Kentin recibió un festín de abrazos y besos de parte de todos los presentes, Armin se limitó a golpear su espalda y ayudarlo con su silla de ruedas mientras que Castiel se encargaba del bolso de mi esposo. Él miró hacia todos lados y algo le llamó la atención.

-¿Y Lysandro dónde está? -preguntó. Gaeil y yo nos miramos, él sabía de la situación por la que había pasado con Lysandro y habíamos acordado llevarnos el secreto a la tumba, aunque en ese momento Kentin haya estado muerto para todo el mundo.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora