Mi Hija

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-¡Annie, espera, cálmate! ¡Qué sucedió! -preguntó la voz de Castiel del otro lado del teléfono

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-¡Annie, espera, cálmate! ¡Qué sucedió! -preguntó la voz de Castiel del otro lado del teléfono.

-¡Catrina y yo discutimos y se escapó! -le expliqué en pocas palabras.

-Dime dónde estás, te mandaré a mi hijo de inmediato -dijo, yo le pasé la dirección dónde me encontraba-. Quédate dónde estás, en cinco minutos Dylan estará allí. Intenta comunicarte con Catrina mientras tanto.

Colgué y marqué el número de mi hija, pero su móvil estaba apagado o fuera de cobertura. Intenté nuevamente pero nada. Le mandé un WhatsApp, sin embargo el mensaje nunca le llegó. Pasé esos eternos cinco minutos intentando entablar comunicación con ella pero no pude lograrlo.

Un coche negro estacionó en la calle del frente y de él descendió el hijo de Castiel, Dylan. Ya había logrado alcanzar los treinta años y se lo veía más maduro y asentando en la vida que nunca.

-¡Tía! -me saludó. Debió de leer el pánico en mis ojos porque automáticamente dijo-. Todo está bien, mi papá ya se comunicó con el tío Lysandro y mi tío Nathaniel. Vamos a encontrar a Catrina, no te preocupes. Ven, sube al auto.

-¿A dónde vamos? -quise saber.

-Vamos a la agencia de papá. Seguramente ya nos están esperando allí -respondió mi sobrino. Él me abrazó con fuerzas y cruzamos la calle juntos-. Deberías decirle al tío Kentin lo que pasó.

-No sé si sea seguro, no es el mismo desde que volvió de Kuwait -dije. Y era verdad, no sabía cómo se lo iba a tomar mi esposo.

-Pero deberías. Es su hija, también. -Dylan tenía razón. Tomé mi teléfono y llamé a mi esposo; escuché su voz del otro lado del aparato y le relaté en pocas palabras lo que había sucedido, sin omitir el dato que nuestra hija estaba saliendo con un tipo cinco años mayor que ella desde hace seis meses y que luego de esa discusión nuestra hija había escapado.

Kentin entró en cólera en ese momento, diciendo que esto no lo dejaría pasar y que Catrina podía ir diciendo adiós a su carrera de bailarina profesional, podía ir diciendo adiós a muchas cosas, entre ellas la danza.

Intenté calmarlo pero no lo logré, solamente pude decirle que nos veríamos en la agencia de viajes de los Rhodes y que cuanto antes llegue, mejor. Luego que le pasé ese dato, Kentin colgó.

Dylan estacionó a unos metros del negocio familiar; la agencia de viajes "Vigor" estaba abierta, y los empleados de Castiel estaban atendiendo a los viajeros pero nosotros pasamos directamente a la oficina de mi amigo, la cual se encontraba subiendo por una escalera de caracol, y pasando una puerta esmerilada que decía "Castiel y Ámber Rhodes, gerentes". Dylan pasó sin llamar, adentro se encontraban los dueños de la agencia de viajes, Lysandro, Nathaniel y Catherine.

Catherine estaba sin dudas preciosa, había sacado lo mejor de los genes de sus padres: Lucía el hermoso cabello negro natural de Castiel con los ojos verdes de Ámber, aunque tenía la fea mirada de su padre, la cual usaba en ocasiones muy puntuales... Cómo ésta, por ejemplo.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora