Coraje y Valor

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Sentía sus cálidos labios besando mi rostro... su perfume, el cosquilleo de su barba en mi piel y su voz profunda.

-Mi reina -susurró. Yo me moví en las sábanas de nuestra cama mientras mis dedos se cerraban en la almohada que estaba en mi cabeza.

-Kentin... -murmuré, más dormida que despierta.

-Aún tienes fe que volveré -preguntó. Yo asentí. Quería seguir durmiendo pero su voz era tan dulce-. ¿Me esperaras?

-Toda la vida -susurré. Kentin me dio un beso y desapareció.

Abrí los ojos. Fuser dormía a mi lado, en el lugar de Kentin, custodiando que nadie que no fuese él ocupara su sitio. Me limpié las lágrimas de los ojos, nuevamente había soñado con mi esposo.

Me coloqué boca arriba mientras miraba el techo. Estaba haciendo frío esa noche pese a ser verano. Muy pronto sería Navidad y no tenía dinero para comprarles nada a mis hijos. Más preocupada por lucir bien en el trabajo que por ahorrar, había gastado muchísimo dinero en ropa y zapatos que ahora adornaban patéticamente mi armario. Me había quedado sin empleo. Helena quería matarme y cuando los invitaba a ella y Gaeil a casa a cenar ella siempre faltaba, inventando alguna excusa. Pero lo cierto era que Helena me culpaba por haberla hecho quedar mal en el trabajo y por arruinar su Luna de Miel en Hawaii con su esposo.

Me levanté de la cama. Mis pies desnudos sintieron el frío contacto con el parqué y me abracé más al buzo militar de Kentin con el que dormía cada noche desde que mi esposo había marchado a Kuwait. Hacía semanas que no tenía noticias de él, los yihadistas habían mandado un último video hacía tiempo, dándonos una última oportunidad para pagar el rescate o todos los reclutas secuestrados serían asesinados. El gobierno no quería devolver el dinero que con tanto esfuerzo habíamos conseguido ni pagar rescate.

Lentamente me estaba haciendo a la idea que enviudaría muy pronto.

Me apoyé contra la ventana y la abrí. Afuera, la luna nueva permitía que las estrellas sean las protagonistas de la noche, los grillos cantaban con letanía y una pequeña brisa hacía mover las copas de los árboles y algunas tejas del granero dónde mis hijos jugaban. La casa se estaba cayendo a pedazos. A duras penas podía cumplir con mis labores de madre, mis hijos me consumían la mayor parte del tiempo, y ahora al juicio contra Carrison también le sumaba el juicio contra D&G. Otro motivo más para que Helena me odiara.

Mis dedos se colaron en el cuello del buzo y tantearon inquietos mi piel hasta dar con lo que buscaban. La placa de identificación que Kentin me había obsequiado antes de partir y que tenía un agujero en forma de corazón. Mi esposo tenía el pedazo faltante con él.

Mi cumpleaños había pasado sin pena ni gloria. Reacia a que me saludaran o felicitaran, desconecté el teléfono y apagué el celular. Sin embargo, ni eso había bastado para que se presentaran Ámber, Castiel y Rosa a retarme por lo que había hecho. Así que muy a pesar terminé "celebrando" mi cumpleaños.

Era demasiado temprano, pero ya no tenía más sueño. Me coloqué una campera, las pantuflas y salí de mi dormitorio con mi perro pisándome los talones. Debía de dedicar todo el tiempo disponible a mis juicios. Era lo que me estaba permitiendo dar de comer a mis hijos y mantener la casa. Bajé las escaleras en silencio y a oscuras, encendí la luz de la cocina y saqué mi laptop de su estuche. Mientras la encendía, llené la tetera de agua y la coloqué al fuego para hacerme un café.

Me senté en la silla y busqué el archivo en dónde estaba el expediente. Ya me había cansado de leerlo completo, me lo sabía de memoria pero debía de hilar más fino para anticiparme a los movimientos de mi exjefe.

Carrison ya había negado que hubiera trabajado para él, que yo estuviera embarazada al momento de mi despido, que sufra de explotación laboral porque (haciendo mucho hincapié) NUNCA había trabajado en su firma. En resumen, negaba que yo me hubiera pasado diez años en su firma, trabajando y ganando casos para él mientras mi jefe disfrutaba de unas vacaciones permanentes en Mónaco, regresando sólo para cobrar su dinero, pagar el mantenimiento de su buffet, nuestros sueldos y darles dinero a sus hijos. Luego regresaba a su mega yate con su mega mansión, su mega amante y su Ferrari que lo esperaban en Europa.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora