Lysandro

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Mientras los niños se quedaban tiesos en la escalera, Kentin y yo los mirábamos con miedo. No queríamos que nuestros hijos escuchen nuestras peleas y problemas, intentamos disimular.

-Buenos días, niños -saludó Kentin con una sonrisa y me abrazó la cintura para demostrar que todo estaba bien.

-Hola -dijo tímidamente Liam.

-Hola, mamá. -Catrina imitó a su hermano.

-¿Por qué estaban gritando? -preguntó mi hijo mayor. Por mucho que Kentin quiera disimular, nuestros hijos eran muy inteligentes y sabían lo que pasaba.

-Tuvimos una pequeña pelea -dije con sencillez-. De vez en cuando papá y mamá no se entienden en algo y discuten.

-Pero estaban gritando -dijo Liam. Yo suspiré.

-Lo sé, cariño. Es igual que cuando tú peleas con tu hermana por el televisor, pero eso no se hace. No hay que gritar ni agredir a nadie, ¿de acuerdo? -dije con una sonrisa, Liam y Catrina asintieron. Ahora mi marido y yo debíamos de dar el ejemplo; siempre les pedíamos a nuestros hijos que se pidan perdón y hoy debíamos de hacer lo mismo nosotros dos-. Perdón, amor. No fue mi intención.

-No te preocupes, linda. Yo también te pido perdón, no discutamos más -dijo Kentin con una sonrisa, acercó sus labios a los míos. Su boca estaba tensa y era evidente que la pelea aún no había terminado.

Luego del desayuno preparamos a los niños y los llevamos al parque, aprovechamos el momento para continuar con nuestra discusión. No me gustaba discutir estas cosas en la vía pública pero no veía otro modo de que Kentin y yo podamos tratar el tema sin que los chicos se enteren, y nos daba pretexto para no levantar la voz.

-Me parece muy injusto de tu parte que rechaces una oferta de trabajo que mi padre te consiguió -dijo Kentin con la mandíbula encajada, casi sin mover los labios-. Injusto y muy desubicado, ¿ahora qué cara quieres que ponga en el trabajo?

-No es problema mío, Kentin. Agradezco en el alma lo que Thomas hizo por mí, puedo darme una idea de que lo que significó, pero la respuesta es no -mascullé, intentaba mantener una sonrisa no muy forzada en el rostro mientras veía cómo mis hijos se divertían, lejos de las preocupaciones de los adultos-. Entiendo que tu padre se haya comprometido con alguien, pero prefiero seguir buscando. Hace sólo dos días que Gaeil y yo dejamos currículums por todo el pueblo, alguien tiene que llamar.

-Y mientras que yo me siga fajando el lomo -rio, yo lo miré ofendida.

-Yo también me fajo el lomo en casa, Kentin. Educando a nuestros hijos, limpiando la casa, preparando la comida, yendo a hacer las compras, ayudando a los chicos a hacer la tarea, cuidando de Dante...

-Es lo menos que puedes hacer, yo traigo el dinero a casa -gruñó mi esposo mientras se cruzaba de piernas. Yo me ofendí aún más.

-Ok, hagamos una cosa. Quédate tú en casa a soportar los berrinches de Catrina, limpiar, cocinar, lavar la ropa, ayudar a los niños a hacer los deberes y yo me voy a jugar al soldadito -le dije.

Sabía que Kentin se rompía la espalda en el trabajo para que no nos falte nada. Desde que nos embargaron el Jeep que todo se complicó, pero me dolía terriblemente lo injusto que estaba siendo conmigo. Él también tenía conocimiento de la situación en casa, yo trataba de solucionar las cosas con los niños por mi cuenta, pero ni Liam ni Catrina me hacían caso. En cambio, al ver que llegaba a su padre la cosa cambiaba, se comportaban.

-Tú sabes perfectamente que no ando jugando en el ejército -gruñó mientras me miraba con sus feroces ojos verdes. Tenía el ceño partido al medio por la fuerza que estaba haciendo-. Ya viste cómo tengo el cuerpo por el entrenamiento, y encima ahora que papá se está por jubilar se me acaban los privilegios ahí dentro.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora