EXTRA: ACACIA

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EXTRA ACACIA


Mis pies se ponen en punta con ayuda de mi hermana quien me sostiene de las manos. Me alienta y me enseña.

Me rio cuando el primer giro me hace marear, ella ríe también pero me pide seriedad, para ella esto no es un juego.

Asiento y sigo sus instrucciones, las semanas de otoño pasan y al final logro giros y saltos dignos de baile clásico.

En invierno compartimos cuentos y nuestro padre Harry nos enseña a patinar sobre el hielo. Hilarie era muy buena, ser bailarina parecía servirle como guía. Yo por otro lado me iba con cuidado con Harry tomando mi mano.

Luego llego la primavera, conocí a muchas niñas que se habían fascinado por el color de mi cabello. Me gustaba conocer a nuevas personas.

La escuela me comenzaba a gustar.

Las clases eran diferentes, en casa de mi madre las recordaba de manera diferente, sin embargo la imagen de Madison se desvanecían cuando nuevos recuerdos creaba con mis amigas.

Hilarie por otro lado era solitaria, no tenía amigas como las mías. No entendía que andaba mal, pero Catalina me hacía entender que cada persona era un mundo diferente, y que Hilarie simplemente no había encontrado a las personas que ella consideraría.

Así fue todo por un par de años, hasta que jugando soccer aquello que había quedado en el olvido regreso. La magia había despertado en mí frente a todos, y aunque nadie lo veía como algo fuera de lo normal yo sabía perfectamente lo que significaba.

Mis padres no se asustaron, por el contrario me explicaron todo con detalles y cuidado. Luego me hablaron sobre el campamento de criaturas en España, conocí a muchos chicos que recién empezaban a manejar sus habilidades, se sintió bien, pero tan mal a la vez por no tener a mi hermana compartiendo la experiencia junto a mí.

Hasta ahora, donde todas esas noches en las que pedía que Hilarie recuperara su magia se han convertido en nuestra perdición.

Ella ha sido condenada a una maldición, y quienes la rodeamos terminaremos prisioneras de ello.


§


Despierto.

El olor retuerce mi estómago.

¿Dónde estoy?

Unos murmullos se escuchan a mí alrededor, comienzo a abrir mis ojos lentamente acostumbrándome a la iluminación azul que acompaña al lugar.

—Bienvenida, no sabes cuánto esperaba poder conocerte.

Mis alarmas se encienden cuando vislumbro a un hombre con barba y cabello recogido en una coleta frente a mí sonriéndome con fascinación.

— ¿Quién eres? ¿Qué me han hecho? ¿Qué es esto?

Estoy tirada en el suelo y noto que mis muñecas están atadas.

—Sabes muy bien quien soy, Acacia. —se acerca lentamente.

Me echo para atrás. Su rostro muestra ternura, pero el aura que lo rodea es turbia como nunca antes había presenciado.

—Estas aquí porque es lo más seguro para ambos.

—Estoy aquí en contra de mi voluntad. —mascullo.

Mi corazón duele cuando recuerdo a la persona que me ha atrapado aquí. ¿Por qué? ¿Qué gana ella con hacernos esto?

—Escúchame, te soltare si me haces caso.

Lo miro directamente a los ojos.

— ¿Tu prima ya cerro su círculo?

—Hilarie no... —niego y él también lo hace. Se endereza.

—Seamos honestos pequeña. No pregunto por Hilarie, pregunto por Carrigan Byrne, la hija de Arlene.

Y entonces identifico ese color de ojos que posee el hombre frente a mí.

—Eres Peter. —digo. El rueda los ojos y suspira dándome la espalda. —Eres quien los mato a todos.

Mi corazón se acelera y sin pensarlo logro ponerme de pie intentando huir pero no me lo permiten. Dos hombres me detienen sujetándome por los brazos. Pataleo sintiendo como me lastiman a tomarme con fuerza.

— ¡Ayuda! ¡Auxilio! —chillo. Logro golpear a uno con mi codo dejándome que me suelte, golpeo al otro en la entrepierna liberándome buscando a donde huir.

Sin embargo cuando parece que encuentro la salida un golpe directo en mi cara me noquea haciéndome caer al suelo sintiendo como mi cabeza se lastima.

Pierdo el conocimiento por unos segundos donde el dolor me despierta sintiendo como me lastiman desde dentro.

La sangre cae por mi nariz cuando terminan de torturarme, aun no puedo entenderlo, no puedo creerlo, no quiero verlo.

Peter me mira molesto.

Me doy cuenta que estoy atada con mis manos colgando por encima de mi cabeza.

— ¿Por qué proteges a esa niña? —su voz grave se vuelve dulce a medida que se acerca, la punta de mis zapatos alcanzan a tocar el suelo cuando retrocedo. —Eres muy valiosa como para sufrir por otros, cariño.

Levanto el mentón viendo la maldad en sus ojos azules. Su barba larga junto al cabello recogido en una coleta lo hacían un atractivo demonio.

— ¿Te crees que puedes jugar conmigo?

Él sonríe.

—Nadie está jugando. —pasa su dedo por mi mejilla, me retiro mirándolo con asco. —Al menos, no contigo naranjita.

Sonrío sin gracia.

Alcanzo a patear su abdomen haciéndolo retroceder, sus lacayos dan paso al frente con sus armas, pero el hombre frente a mí no se los permite con una seña.

—Déjanos en paz —pido con la poca valentía que siento. —, ¿Por qué venir ahora? Ya mataste a nuestra familia, ¿también quieres acabar con nosotras?

Peter se pasea a mi alrededor, a lo lejos mi secuestrador sonríe esperando a que me rompa, con la seguridad de que esa fortaleza no perdurará. Pero si algo recuerdo claramente de mi madre, es que ser fuertes hasta el último aliento debe de ser mi prioridad.

—Puede que yo sea una niña, que no sepa nada de nada. —sonrío y el me mira curioso. —Pero has secuestrado a la criatura incorrecta. Yo veo cosas, Hilarie las destruye con solo pestañar. —él se me acerca. —Si me haces algo, ten por seguro que ella vendrá y acabará con tu circo.

Él se carcajea pero yo me quedo quieta y seria. No le temo porque tengo fe en que Morrigan le dará a Hilarie el poder que necesita para vencer a este loco.

—Ese es mi plan, pequeña Acacia. —se endereza y se cruza de brazos. —Ella es a quien quiero, tu solo eres la presa.

Dioses, ¿Dónde están en estos momentos?

Dark Academia © LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora