Capítulo 35. Mi Sangre.

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Capítulo 35. Mi Sangre.


Acacia

Un golpe seco nos sobresalta a ambas. Salimos y vemos al cuerpo inconsciente de Hilarie sobre el suelo.

— ¡Hilarie!

Arthur sube las escaleras rápidamente llegando arrodillándose al lado de mi hermana, y comienza darle leves golpes en las mejillas.

Galia y Jack aparecen.

— ¿Pero qué paso? —pregunta Jack.

—No, no lo sé, estábamos hablando dentro cuando escuche el impacto... Nos escuchó, escucho lo que decía.

— ¿De que estaban hablando? —interroga Galia cruzándose de brazos.

Suspiro.

—No importa. Solo quiero saber si está bien.

Linnette se coloca de cuclillas al igual que Arthur y coloca su mano sobre su frente.

—Su mente está muy lejos de aquí.

Arthur toma su mano y veo como sus uñas estas negras en las puntas.

—Uso la marca. —dice casi en un susurro, pero Linnette le entiende y yo también. —Está con ellos.

—Bien, vamos a llevarla a su habitación. Todo lo que podemos hacer es esperar.

— ¿Esperar? ¿Por qué no la podemos despertar? —replico.

—Despertarla podría lastimarla, su mente está totalmente ausente de su realidad. Es una magia ajena a mis conocimientos.

Quiero replicar pero Galia se adelanta y toma mi mano alejándome.

—No querrás ser una molestia, pequeña, créeme.

—No soy un bebé. —Me suelto de agarre y salgo al patio. Camino directamente hacia el arroyo.

— ¡Acacia! ¿Qué haces? No puedes alejarte.

— ¿Importa?

—Oye, sé que ser la hermana menor no es fácil, créeme.

—Hilarie no es mi hermana.

Ella se impresiona.

—Veo que tus celos te han segado. —frunce el ceño.

Yo me rio sin gracia.

Ojala solo fueran celos infantiles.

—Estoy hablando en serio. —Ahogo un grito antes de sentarme sobre el mismo tronco desde hace días. Este lugar se ha convertido en mi espacio los últimos días. —Hilarie no es mi hermana, nunca lo fue.

—Pero... ¿Qué lo dices?

—Porque lo vi, vi cuando mi madre la adoptó, el momento exacto en el que mis padres la tomaron como suya. Es familia, solo que... no compartimos los mismos orígenes.

Galia se queda pensativa por unos segundos mirando como el agua del arroyo se arrastra por las piedras a unos metros.

—Su silencio es molesto. —comento.

Ella se mofa mirándome.

—Ustedes en serio que saben cómo llamar la atención.

Me rio sin ganas.

Ella sonríe antes de sentarse a mi lado y sacar su tan característica paleta de caramelo rojo.

— ¿Cuándo terminaste tú círculo? —inquiero.

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