Capítulo 17. Descendiente.

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Capítulo 17. Descendiente

Nunca sabes que tan importantes son los recuerdos...

Despierto sudando y jadeando como si hubiese corrido un maratón. La almohada esta empapada y las sabanas igual. Me cuesta recuperar la respiración. Inhalo y exhalo hasta que logro calmarme un poco.

Bailey entra a la habitación con sus cosas, acaba de darse un baño.

—Dioses, ¿Qué ha pasado? —se apresura a mi dejando las cosas sobre su cama y camina hacia la mía. —Estas empapada, Hil. —Con sus manos tira mis cabellos hacia atrás pasándolo por mis orejas.

—No, no, no sé... —No encuentro que decir. Mi garganta esta seca y mi cabeza parece que da vueltas.

Bailey toca mi frente.

—Estas bastante fría. —Me mira desconfiada y se levanta. Camina hacia su armario y me pasa una botella de agua.

La miro cuestionándome si tomarla.

—Es solo agua. —resopla. —La tengo aquí para no tener que bajar en la noche a buscar.

Asiento y la tomo bebiendo un sorbo refrescante. Bailey me sonríe y le devuelvo la botella.

— ¿Qué soñabas?

—Yo... no lo sé. —suspiro frustrada y B se sienta a mi lado. —Siempre parece que estoy huyendo, es todo lo que recuerdo. —mi pecho se vuelve pesado y coloco mi mano sobre mi corazón. —Sigo teniendo lagunas, como si caminara dormida, pero a la vez no parece ser nada. Estoy perdiendo la cabeza, Bailey.

Bailey suspira y me abraza.

—No te mentiré diciéndote que es normal o que no es nada. Pero óyeme muy bien. —me toma de los brazos enfrentándome con sus ojos avellana brillando. —No estás loca, Hilarie Leatherwood. ¿Desde cuándo no vas a terapia? —me encojo de hombros.

—Tal vez tres meses. —ella asiente. — ¿Crees que sea eso?

—No soy una experta, pero si ayuda mucho. La señora Ainsworth es la terapeuta escolar, no solo está obsesionada con el arte sin censura. —bromea robándome una leve sonrisa. Bailey me acaricia el brazo y hay un punto donde me duele horrible. Me giro levemente quedando pasmada.

— ¿Pero qué...?

— ¿Qué ocurre? —Bailey me examina con la mirada.

Me alejo de ella yendo hacia el espejo en mi armario. Abro la puerta izquierda dejando a la vista mi reflejo en el espejo. Me doy vuelta y veo lo que parece una rara mancha roja. La toco como puedo y repentinamente la imagen del castillo golpea mi vista. Jadeo y alejo mi mano.

—Hey, estás actuando raro...

Asiento y tomo rápidamente mis cosas y con mi toalla oculto la macha.

—Tal vez sigo sensible por la pesadilla. —Le quito importancia. —Voy a tomar un buen baño. —Le sonrío como puedo y salgo de la habitación sin esperar respuesta.

Sé que los sueños no son más que eso, sueños. Pero aun así intento saber que me dejo tan exhausta. Desde que tengo uso de razón ha sido muy raro de mi parte tener pesadillas. Por otro lado mi hermana Acacia desde muy pequeña siempre las ha tenido.

Catalina se preocupó tanto que llevaba a Acacia a terapias, y por un tiempo las pesadillas desaparecieron, las noches eran solo para descansar y nada más. Acacia no tenía más pesadillas pero si tenía sueños con nuestra madre diciéndole que siempre estaría con ella. Eso rompía mi corazón, e incluso me hacía sentir celos; porque ni mi madre ni mi padre me visitaban en los sueños, ni siquiera soñaba. Solo dormía y nada más que eso, hasta hace unos meses.

Dark Academia © LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora