Capitulo 24. Rastros

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La vigiló durante toda la noche. Cada vez que se movía se acercaba a ella, y le murmuraba palabras de cariño hasta que se tranquilizaba. Atizó el fuego de la chimenea y comprobó sus vendas de forma regular. No conseguía quedarse quieto, no podía dormir, y se sentía tan desamparado que lo único que deseaba era romper algo.

Cuando el padre de Hinata volvió a la habitación, el alba empezaba a despuntar en el cielo. Miro a su hija durante un segundo y luego posó sus ojos rojos sobre Naruto. Apestaba a alcohol y a perfume floral, estaba despeinado y se tambaleaba.

—¿Por qué no se retira, Hiashi? —le preguntó Naruto, mientras negaba, disgustado, con la cabeza—. Usted tiene un aspecto peor que el de Hinata.

Hiashi se apoyó en una mesa.

—Y tu pareces demasiado entero para ser un hombre que casi pierde a su futura esposa.

—Prefiero conservar la calma —le dijo Naruto con sequedad—creo que es mejor que emborracharse.

—¿Sabias que Hinata es la viva imagen de su madre? Ambas poseen una belleza peculiar...

Naruto dejó escapar un suspiro cansado y rezo por tener paciencia suficiente.

—Si, lo se, señor. Hay muchas cosas que me gustaría decirle, pero ahora no es el momento. Si no le molesta, tengo mucho en que pensar y me gustaría hacerlo tranquilo y a solas.

El pelinegro volvió sus ojos empañados a la cama y esbozó una mueca de dolor al ver a Hinata, cuya pálida piel hacía hacía destacar el parche en forma de corazón que se había puesto en la mejilla.

—La señora Hyuga le dio una familia —se sintió obligado a decir Naruto—usted no hace ningún favor ignorándolas así.

Hablaba por ambas chicas. Para Naruto tanto Hinata como Hanabi, eran personas muy especiales e importantes para él.

—Yo se que no te gusto, Uzumaki. Y tu a mi tampoco. Pero no entiendes mi situación y no podrás comprenderlo jamás, porque tú no quieres a mi hija como yo amaba a mi mujer.

—No intente afirmar que Hinata no es importante para mí.

La intensidad de la voz de Naruto fue como un látigo que cortó la tensión entre ambos.

—¿Por qué no? Tu piensas lo mismo de mi.

Y después de esas palabras, Hiashi dejo a Naruto inmerso en el silencio que tanto deseaba y que, de repente, se le antojó ensordecer debido a sus firmes acusaciones.

¿Por qué no había estado allí para ella?
¿Como había sido tan poco cuidadoso?
¿Se habría roto la poca confianza que le quedaba después de haber prometido protegerla del peligro?

Dejó caer su cabeza hacia atrás y cerró los ojos con un amargo gemido.

Nunca se había permitido pensar que podría perderla, y en ese momento, frente a aquella posibilidad, se dio cuenta de algo que nunca había advertido.

La necesitaba. La necesitaba demasiado.

********

Hinata se despertó sobresalta y entre jadeos. Su corazón estaba acelerado y tardó un momento en reconocer el dosel que colgaba sobre su cabeza. Poco después, sus sentidos detectaron el embriagador aroma floral que flotaba en la habitación.

Con su mirada adormilada, recorrió el dormitorio y advirtió que hasta la última superficie estaba adornada de unos exagerados ramos de rosas de invernadero. Y, entre aquel floral, descubrió a Naruto, que descansaba con relajada elegancia en un sillón que había colocado cerca de su cama. Llevaba una camisa de lino con botones del cuello desabrochados y unos calzones de color tostado, había cortado su pelo, y se había afeitado la barba. Sus pies descalzos estaban apoyados sobre un taburete y hacía parecer que se sentía como en casa.

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