Capitulo 35. Equipo.

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Erika suspiró.
—Está bien. Un poco.

—Bueno, entonces imagina las historias que podrán decir todos de ti y cómo no te importa las relaciones ajenas.

Erika la miro perpleja.

—No harías algo así.

—Si, que lo haría.

¡Si! Quería gritarle, y tomarla del pelo y pegarle. Pero en lugar de eso, soltó un suspiro, en el fondo sabía que no serviría de nada.

—Se que no eres una cachorrita abandonada. Tienes casa, así que vete.

Erika se puso rígida al escucharla. Hinata tenía razón. Por eso le resultaba tan difícil abandonarla.

Hinata salió de la oficina, cerrando la puerta de un golpe. No tenía nada más que hablar con ella. No quería verla ni en pintura. Solo avivaría la rabia y las ganas de mandarla a matar con algún mafioso y así terminar su sufrimiento.

Una media hora después, ahora solo tocaba ver a Naruto y tener la conversación más dolorosa y acalorada de su vida. Después de tanto pensar y habérselas arreglado para no llorar y dar miles de vueltas a lo sucedido alrededor de su cabeza, sin sentir las ganas de golpearlo.

Hinata se dio por vencida.

—No se por donde comenzar —dijo sin más.

Naruto le agarró las manos y se las apretó con fuerza contra su pecho, mientras sus azules ojos brillaban.

Por el amor de Dios, una mujer podía acostumbrarse a eso con facilidad... con mucha facilidad.

Naruto fue el primero en separarse.

—Lo siento tanto —murmuró, parpadeando como si despertara de un sueño—. Yo estaba dormido y...

Hinata levantó la mano, interrumpiendo lo que iba a decir.
Si, eso era lo que quería. Y precisamente por eso no se atrevía a dejarlo terminar. De hecho, el beso y la imagen sexual la había dejado tan trastornada que no podía ni hablar.

Naruto emitió un sonido carrasposo, ante la mirada extraviada y vacía de Hinata, que observaba sus labios como si aún pudiese saborearlos.

En ese momento deseó haberse muerto.

Deseo poder arrancarle la cabeza a Erika y dejar que se la comieran los lobos. Como deseaba estar de regreso en el despacho y haber evitado todo, y haber tocado y acariciado a la Hinata real.

Naruto se aclaró la garganta.
—Hinata —Naruto le dio un beso en la mejilla—. Lo siento tanto, no se que decirte. De verdad créeme, no se que fue lo qué pasó.

Hinata lo miro con el ceño fruncido.

Para su sorpresa, Naruto tenía la cara tan roja de la vergüenza que podía pasar por un tomate, y un gesto de puchero semejante al de un niño enfadado y triste. La expresión era tan extraña en el que Hinata no tuvo remedio que tomar aire y dejarle hablar.

Quería escucharlo. No quería arruinarlo, no ahora que las cosas parecían estar mejorando. Pero a juzgar por el brillo de sus ojos, Naruto estaba realmente arrepentido en lo absoluto.

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