Capitulo 30. Sentimientos abrumadores.

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—Por favor, cuéntame que te pasa, Hinata —le pregunto Mina con preocupación—. Me duele verte inquieta.

—Debería estar en mi casa, no aquí.

Hinata gemía sentada en el vestíbulo de la familia, mientras pensaba preocupada en Hiashi y Hanabi. Naruto había hecho lo que había considerado mejor, pero sin consultárselo ni permitir que lo entendiera. Debería de haberle dado la oportunidad de haber hablado con ese hombre que no conocía, y haberle dado las gracias por su ayuda.

—Siento tanto que no seas feliz aquí...

—No, no es eso —se apresuró a decir Hinata—. Me encanta este lugar. Pero hay...ciertos asuntos que requieren mi atención.

Mina frunció el cejo.
—No lo entiendo.

—Le pedí a Naruto que hiciera unas cosas muy importantes para mi y el hizo caso omiso de mis deseos.

—Debe de tener un buen motivo —la tranquilizó Mina—. El te adora.

En ese momento, Shikamaru entró en el vestíbulo.

—¿Por que estas tan triste? —le pregunto, echo una ojeada al rostro cubierto de lágrimas de su cuñada y frunció el cejo—. ¿Se trata de Naruto?, ¿te ha vuelto a gritar, Hini?

A pesar de lo apenada, cuando escuchó que Shikamaru se dirigía a ella con un tono cariñoso, esbozó una leve sonrisa. Nadie le había llamado de otro modo que no fuera Hinata.

—No. Aunque desearía que lo hubiera hecho —admitió ella—. Ha sido tan civilizado conmigo durante toda la semana que casi no lo soporto. Seguro que una buena pelea me levantaría el animo.

Shikamaru se rio.

—Bueno. Naruto es un experto en fingir esa actitud de reserva tan civilizada. Imagino, entonces, que habéis tenido una riña de enamorados.

—Es una descripción un tanto inexacta, pero supongo que se le parece.

Los azules ojos de la prima de Naruto se iluminaron traviesos.
—Pues da la casualidad de que soy una experta en riñas amorosas. La mejor forma de superarlas es no desanimarse. Seguro que se te dará bien planear alguna pequeña venganza. 

Hinata negó con la cabeza. Ya había mantenido a Naruto alejado de su cama durante los últimos meses. Cada noche, el comprobaba si la puerta de su habitación estuviese cerrada y, cada noche, se de daba media vuelta sin mediar palabra.
Luego, durante el día, se mostraba como de costumbre: atento y encantador.

Pero ella echaba de menos las ardientes miradas y la caricia robadas. El mensaje era claro: no estaba dispuesto a ser el único que se sintiera rechazado.

—Creo ya he ido todo lo lejos que no me atrevo para conseguir una reacción de su parte —explicó ella.

—Pues anímate, Hini. Las disputas entre amantes no duran mucho.

Pero Hinata pensaba seguir enfadada hasta que Naruto se disculpara. No podía pasarse la vida tratándola y desplantándola como un trapo. Las decisiones tan importantes como esa tenían que discutirse juntos.

Y ella podía ser tan obstinada como él.

Los trozos de carbón de la chimenea se movieron y Hinata se sobresaltó; hasta el último músculo de su cuerpo se tensó.

Esperaba, como casi todas las noches, que Naruto se adentrara en su habitación y se acurrucara con ella para intentar relajarse y dormir.

No esperaba mucho más que seguir las rutinas de todas las noches. Estaba sentada en la cama y se aferraba a la cama con nerviosismo. El lazo del camisón que tenía en el cuello le parecía demasiado apretado y le costaba tragar.

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