Capitulo 14. Suplicame

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Hinata había aprendido a relacionarse con gigantes desde niña.

Aunque por aquel entonces los gigantes eran imaginarios y el hombre que tenía delante, en cambio, era completamente real. Pero ella sabía que pertenecía a la misma clase de gigantes que habitaban en su mente: un ser simpático y amable, oculto bajo un áspero y formidable aspecto.

—¡Eso es chantaje! —gritó Sai por encima de ella.

Hinata se llevó la mano a la nuca para frotarse el dolor que le había causado mirar hacia arriba durante un buen rato.

—No —negó—. En realidad no lo es. El chantaje solo te da la alternativa y yo te estoy ofreciendo varias.

—No me gustan las que ofreces.

Sai cruzó sus brazos por encima de su pecho.

—No puedo culparte. A mí tampoco me gustan mucho.

Hinata se acercó al asiento acolchado que había junto a la ventana. El salón familiar del primer piso estaba lleno de gente, todos empleados de su padre. Algunos jugaban a cartas, otros hablaban y se reían y otros, a pesar del bullicio, dormitaban en sus asientos, exhaustos después de hacer recados todo el día.

—Habría sido más fácil para todo el mundo si ese chico hubiera planteado claramente sus intenciones –Hinata sacudió sus faldas de tafetán azul y se sentó lo más cómoda que pudo, a pesar de las restricciones de su vestido—. Pero no lo hizo, y eso nos obliga a adivinarlas. A mí no se me dan bien las adivinanzas, Sai. No tengo mucha paciencia.

El chico resopló y frunció el cejo.

—¿No tienes otra cosa en la que pensar? ¿vestidos y cosas así?

—No, la verdad que no.

Hinata no tenía tiempo para pensar en semejantes cosas. Vivía rodeada de eso, y nunca se había tenido que encargar de pensarlas demasiado. Sin, embargo estaba perdida en los pensamientos sobre Sasuke. Tenía descubrir cuáles eran las intenciones de aquel hombre.

Eran nervios. La necesidad de sucumbir a un último pecadito. La despedida de los caprichos de la infancia.

Negó con la cabeza.

—Bueno, pues no vas a investigar nada —masculló Sai—No mientras estés bajo mi vigilancia.

—Esta bien —convino ella en tomó agradable—tú solo infórmame cuando lo encuentres.

—No —Sai apartó los ojos con obstinación—. Quiero disfrutar de la noche, miss Hyuga.

Hinata sabía muy bien que la inquietud que demostraba se debía al afecto que le tenía. Aquella noche llevaba un chaleco de lana color negro y unos pantalones con bordados del mismo color. Era el típico atuendo que Hinata siempre le veía.

El cariño que Hinata le tenía era incondicional y lo fue aún más al enterarse de que le había propuesto matrimonio a Ino, su amiga de la infancia.

—Está bien —dijo ella dejando escapar un suspiro dramático—. Lo haré yo misma. Pero estás obligado a ser mi niñera, te arrastraré conmigo.

Sai gruñó y varias cabezas se volvieron a su alrededor.

—De acuerdo —masculló finalmente—. Te informaré del cuando, pero no pienso decirte ni dónde ni cómo. Y deberías irte olvidando de ese chico. Te aseguro que nunca volverá a molestarte.

—Estupendo —Hinata dio algunas palmaditas en el asiento vacío que había a su lado y evitó seguir hablando del tema—. Háblame de Ino. ¿Cuando la vas a convertir en una mujer respetable?

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