Por lo que respecta a Naruto, dirá tan sólo que ya a principios de verano se quedó sin humor y, para ser enteramente cierto, sin dinero alguno.
Durante su último año transcurrido no administró sus recursos profesionales con el cuidado de costumbre, y la prodigilidad de ese tiempo no le dejó de otra alternativa que transcurrir a la pequeña finca de su mejor amigo, en Hampstead, a su casa de la ciudad.
La tarde era calmosa y nublada. El ambiente, pesadísimo y asfixiante, apenas si dejaba oír el rumir distante del tránsito callejero.
Alzó los ojos del libro sobre el que estuvo soñando en vez de leer, y respiró el frío aire nocturno de los suburbios. Era aquella una de las noches que antes acostumbraba a pasar en compañía de su madre y su padre, pero ya no era así. Por ello dirigió sus pasos hacía el Norte.
Cuando llegó a la verja de la casa de su amigo, aún se veía en el horizonte los colores del crepúsculo. Pero la vista de la ciudad aparecía a sus pies como un golfo de sombras. Apenas tocó la campanilla apareció en el umbral de la puerta, abierta violentamente, su amigo Shikamaru, que se adelantó a recibirlo muy amablemente.
Lo conoció por primera vez en cierta mansión donde daban lecciones de su propio idioma y dibujo. Desde entonces se había convertido en uno de sus mejores amigos.
La actitud de Shikamaru era más que suficiente, para demostrarle que había ocurrido algo ordinario. No obstante, fue inútil que le rogara una explicación inmediata. Tan sólo pudo saber, mientras lo arrastraba hacia el interior cogiendole por ambas manos, que tenía algo muy importante que decirle.
Se precipitaron los dos a la sala de una forma asaz, brusca e incorrecta. Al lado de la ventana abierta, riendo y abanicandose estaba su novia, Temari.
—No puedo pensar en lo que hubiera sucedido, Naruto —dijo Temari— si no llegas a venir. Shikamaru está medio loco y a mí me ha vuelto loca de curiosidad. Dice que tiene importantísimas noticias que darte, de gran interés para ti.
—Me dirijo a ti —continuó Shikamaru entusiasmado, señalandolo desde su butaca—. Entre las casas de la buena sociedad que frecuento me encontre con la de la familia Hyuga. Ya sabes que siempre me la paso como portavoz de las fiestas de los ricos, y escuche al padre de las señoritas diciendo que necesitaba un ayuda de cámara personal para una de sus hijas.
Naruto suspiró con pesadez.
—Vale, sueltalo, ¿de que va todo esto?—No te apresures — Shikamaru tomo una bocanada de aire—. Se que tienes problemas con el dinero. Cuando le escuche decir que necesitaba a alguien que estuviese dispuesto a vigilar y aguantar a su hija mayor me acerque a él y le dije que tenia al hombre correcto.
—¿Le has dicho que yo estaba dispuesto? —preguntó Naruto en voz baja, intentando en vano reprimir el pánico, que era cada vez mayor.
—Amigo, necesitas este empleo —dice en tono serio.
—Pero no estoy hecho para eso —le contesta sin el menor rastro de felicidad.
Shikamaru lo miró y le sostuvo la mirada, impasible.
—Decirte a ti mismo que no estas hecho para ese trabajo; es como decir que un graduado de medicina no esta listo para ser medico —siguió diciéndole en voz baja.Naruto resopló con amargura. No lo puede creer. Cuando pensaba que llegaria a casa de su amigo a tener una charla cotidiana sin ninguna implicación laboral, ni nada por el estilo, estaba feliz. Ahora, ya no tanto. El pensar que debía trabajar para una de esas familias ricas era su pesadilla.
—¿que vestirme con fracs de pinguinos? —le preguntó asqueado.
—Es posible. Aunque algunos visten con esmoquin.
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|Latidos|
FanficHinata Hyuga era conocida no solo por su belleza y su extraordinario físico, sino también por su personalidad tan atrevida, lo que hacía otorgarle un asiento elevado entre las más deseas chicas de la ciudad. Le resultaba cómico ver hasta dónde era...