Las cejas, de color dorado oscuro, se arqueaban sobre unos ojos fascinantes a la par que terroríficos. Y esos ojos la estaban mirando con más atención de la que deberían.
En ese momento desearía poder matar su padre, sin ninguna duda. Metafóricamente hablando, claro.
—Señorita Hyuga, ¿a dónde se dirige? —le pregunto Naruto. Su mirada es firme e intensa.
—Hinata. Me llamo Hinata —murmuró—. Voy a mi recamara. ¿Es que me vas a seguir hasta mi habitación?
—Su padre... bueno el cree que debo acompañarla —le dice en modo de explicación—. Por si necesita algo. Es un placer servirle en eso, señorita Hyuga.
Su voz es cálida y ronca, aterciopelada como un caramelo... o algo así. Hinata lo mira desde el rabillo del ojo, irritada. Naruto sonríe como si tuviera conocimiento de algún gran secreto. Es muy desconcertante. La joven respira hondo y pone cara de pocos amigos.
—¿Forma parte de su plan para que yo no haga nada malo? —lo provoca.
—Algo así —admite esbozando una media sonrisa.
La muchacha frunció el ceño al oír su respuesta. Se deslizó en silenció por el pasillo en dirección hacia las habitaciones.
—¿Tiene algún deber que hacer? —preguntó con calma y rapidez, aunque sin manifestar ninguna impaciencia.
—Sí, claro —respondió Hinata con amargura—. Ya oíste a mi padre, tengo que leer la insufrible Biblia.
Se calló, confusa, y suspiró amargamente. Lo único que se le ocurrió a Naruto fue ganar tiempo, sondeándola y haciéndole preguntas.
—¿No te gusta leerla?
—No se trata de eso —camina rápidamente, consciente de su intensa mirada azul. No se atreve a mirarlo. No podría sentirse más cohibida—. No soporto tener que hacerle caso.
—¿Está segura de que no tiene que ver con alguna otra cosa? —insiste. ¿Por qué tanto interés? Y sigue mirándola con sus ojos azules mientras camina a su lado. Sus pasos son precisos agiles, es demasiado bueno haciendo su trabajo.
—Absolutamente segura —dijo ella con una leve sonrisa.
Lo mira de reojo y se siente incapaz de expresarse. El suelo son placas tectónicas en movimiento. Intenta tranquilizarte, Hinata, le suplica de rodillas su torturada subconsciente.
—¿Desea que la ayude con alguna cosa? —se ofrece, echando una ojeada al pasillo antes de volver a mirarla a la cara.
Hinata dirigió una mirada furtiva a su semblante. Siempre era el mismo: los labios contraídos; la frente ceñuda y fija la mirada ante sí, que, sin embargo, parecía no ver nada de lo que tenía delante. Pero en ese momento, aquellos ojos la miraban a ella con una súbita atención.
—Escucha, Uzumaki, no quiero nada de usted —responde cortante—. Si quieres agradarme prométeme que no te meterás en mis asuntos. Lo harás, ¿no?
—No.
Su rostro permaneció tan quieto como una estatua. Nada de mostrar sus emociones. Si no lo hubiese conocido mejor, habría pensado que se trataba de un androide.
Hinata sintió cómo se endurecía la expresión de su rostro.
—¿Por qué no? —preguntó con los labios apretados.
—Sé que aún estáis enfadada por mi llegada, pero intento actuar de modo correcto. Estoy siendo responsable.
—Responsable —repitió ella con tono mordaz mientras ponía los ojos en blanco—. Tu eres una de las razones por las que no podré hacer lo que me de la gana, y por tu culpa tendré que terminar con el amor de mi vida.
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|Latidos|
FanfictionHinata Hyuga era conocida no solo por su belleza y su extraordinario físico, sino también por su personalidad tan atrevida, lo que hacía otorgarle un asiento elevado entre las más deseas chicas de la ciudad. Le resultaba cómico ver hasta dónde era...