Hanabi dejo de pensar en lo que pasó con Naruto hasta varias horas después, cuando oyó que llamaban a la puerta. Dejó de escribir, se quito las zapatillas y los tiro bajo la cama, donde no se viera. Se repitió la débil llamada en la puerta, y Hanabi metió su diario —cuyas páginas recordaban el encuentro secreto que inspiraban todas aquellas espectaculares explosiones de calor— bajo la almohada.
—¿Quién es? —gritó, sin molestarse en disimular su enfado.
La tez de su hermana mayor avanzó despacio desde el otro lado de la puerta. Tenía los ojos tan abiertos e inexpresivos como la última vez que Hanabi la vio en el salón. No habían cruzado una palabra desde entonces, pero eso no era ninguna novedad. Llevaban años sin hablar realmente; al menos, de nada importante.
—¿Puedo entrar? —preguntó en tono amable.
—Supongo —respondió Hanabi mientras volvía a la posición que había adoptado de buena gana antes de la interrupción, boca abajo y con la cara hacia la almohada.
Había apoyado el diario en ella para poder escribir, y ahora la misma almohada cubría aquel valioso compendio de sus pensamientos. Sentía la necesidad de protegerlo de cualquier posible fisgoneo por parte de su hermana, sobre todo porque Hinata parecía una extraña desde hacía algún tiempo.
—Quiero hablarte sobre lo que paso en la estancia de afuera —dijo Hinata, con voz tímida—. Es importante que hablemos de eso.
La cama se hundió cuando la joven se sentó en una esquina de la colcha de felpilla blanca.
—Ah, ¿sí?
Hanabi puso los ojos en blanco en dirección a la almohada, pues desde hacía algún tiempo lo que era importante para Hinata solía ser irrelevante para ella. De todos modos, su mente volvía ya a preguntarse si Naruto habría tenido muchas novias y que aspecto tendría su pecho con la cabeza de Hanabi apoyada en él.
Casi había dejado de escuchar a Hinata, absorta como estaba en sus cavilaciones sobre el ojiazul, cuando le pareció oír que su hermana pronunciaba el nombre de este.
—¿Qué? —dijo Hanabi mientras se apoyaba en un codo y se volvía para mirar a Hinata.
—Naruto, Naruto Uzumaki. Me contó lo que sucedió, y quiero hablar sobre eso. Dice que todo fue un accidente, que no era su intención, Hanabi.
Hanabi entornó los ojos y ahogó una carcajada, humillada.
—Ya se que fue muy repentino, pero no debes encapricharte con personas como él, Hanabi. Esta prohibido para nosotras. —explicó Hinata, como si tratase de convencerse incluso ella misma tanto como a su hermana menor.
—¿Nosotras? —repitió Hanabi, sin entenderlo—. ¿Qué quieres decir con eso?
Hinata suspiró con amargura, recordando lo que el soberbio de Naruto le había dicho.
—Es un canalla que puede besar a cualquier chica —respondió, con un deje de sutileza cargada de pedantería —. No lo tomes tan a la ligera, me ha besado como si nada.
—¿Te ha besado... a ti? —dijo Hanabi, boquiabierta y con unos ojos como platos. Le joven se llevó una mano al pecho de forma instintiva. Hinata asintió con un brillo malvado en los ojos, y Hanabi hizo una pausa para asimilar aquella desagradable noticia. Le había arrebatado el delicioso recuerdo de Naruto coqueteando con ella. Quería recuperarlo—. Pero... si ni siquiera te gusta o tú a él—siguió.
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|Latidos|
FanfictionHinata Hyuga era conocida no solo por su belleza y su extraordinario físico, sino también por su personalidad tan atrevida, lo que hacía otorgarle un asiento elevado entre las más deseas chicas de la ciudad. Le resultaba cómico ver hasta dónde era...