Estoy en la cama, no sé cómo he terminado aquí, sólo que noto las manos de Seokjin intentando abrirme los botones del pantalón. Se me escapa otro gemido, porque me acaricia por encima de la tela y mi mente ya fantasea con que sus manos son las de otro, menos brusco, más sutil. Advierto que se detiene cuando la puerta se cierra. Poco después, el peso de otro cuerpo hunde el colchón salvajemente, otro cuerpo que viene directamente a por el mío. Seokjin ha aceptado mi condición: permitir que se nos unan otros, por lo que no puede quejarse. No quiero estar con un solo doncel. Eso es más íntimo y no quiero hacerlo. No entiendo la rapidez con que se deshace de Seokjin, haciendo que se aleje, a regañadientes pero sin protestar, como le he pedido. El nuevo se coloca a horcajadas sobre mí. Me da lo mismo uno que otro, porque no estoy con ninguno de ellos. Imagino los vídeos y la cara de placer de Hoseon mientras me mira. Echo la cabeza hacia atrás, abarcando su cintura. «Señor», mascullo entre dientes, con el recuerdo de Hoseok moviendo las caderas para todos durante su baile. Con sus ojos azules que sonreían para todos los hombres que babeaban por el, mientras que mi cabeza estaba colapsada por su caso, nuestro caso. He tenido que ver a Yoongi, sin poder destrozarlo, como hubiese querido, por cómo ha arruinado mi vida con la persona que quiero, que amo.
—Bésame —me implora de pronto el nuevo acompañqnte con una voz dulce,
baja. Me besa el cuello, tensándome—. Por favor, sólo a mí. Intento negar, pero sus manos me sujetan la cara y su boca seduce a la mía con un gesto posesivo que me descoloca. Me impresiona, me desarma. Me besa con dureza, reclamándome con intensidad, con fiereza. Lo peor de todo es que se me mezclan dos donceles. Hoseok y el chico del otro día… Los olores se fusionan, como nuestros labios. La saliva. Me lleva al límite, me calienta. Lo aprieto contra mí y recorro sus muslos. Me dejo tocar más abajo por quien interpreto que es Seokjin. No lo sé… Estoy desconcertado.—Páralo, por favor —susurra contra mi boca—. No lo toques como a mí. Es como si estuviese escuchando a Hoseok, que me suplica que no desee a nadie como a el. ¿No entiende que tampoco podría? Sólo quiero desahogarme, olvidar una vez más.
Desesperado, tomo el control y le doy la vuelta, cambiamos la postura. Sin querer, aparto a Seokjin, pero no me importa. Con fiereza, loco, con una angustia que no identifico de dónde viene, meto las manos por debajo de la ropa del chico apasionado que me ha ganado. Lleva poca ropa y la cabeza me empieza a dar vueltas. Esta ropa… Estas medias.—Tae —reclama Seokjin.
—Espera —balbuceo. Abro bien las manos, mordiendo el labio superior del chico.
Reconociendo el sabor de esa adicción que me tiene tan mal. Sabe a Hoseok. ¡a mi Hoseok! Repaso con los dedos sus facciones, en las que noto un imparable
temblor. Cierro los ojos, aunque no veo nada, y descanso la frente contra la del doncel. Está helado, quieto. Ahora sin tocarme, incluso evita el contacto.—¿Por qué huele a mi Hoseok? —pregunto al aire.
—Tae, basta ya —insiste Seokjin, tirando de mí desde atrás. Me sacudo, zafándome de sus garras.
—Vete —le pido—. Déjame a solas con el.
—¡No!
El cuerpo del chico tiembla, se altera. Con la palma, resigo su piel hasta el vientre, que se contrae al sentir mi tacto. Inspiro, casi ladro. Me concentro y hundo la boca en su cuello. No puede ser… es el mismo con el que estuve el otro día; su inconfundible esencia se clava en mis sentidos. No me rehúye. Sigo acariciando su pelo, el tacto de este… Vainilla. Meto
la mano entre sus muslos, sin el menor control. ¡No puede ser! Mi cuerpo se
revoluciona, se me cierra la garganta. Le beso el mentón, echo su cuello hacia atrás con las dos manos. Noto que se estremece… Casi me convulsiono. Me siento como aquellos días en los que, sin luz, me palpitaba el corazón acelerado. Mi ansiedad crecía ante su visita… ¡¡Que no, joder!!
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DEPRIVED (VHope)
أدب الهواةLos cuerpos están conectados desde el minuto uno. La necesidad indescifrable que poseemos nos consume. Pero el error del pasado nos separa. Las cicatrices en nuestros corazones no han sanado sin importar que las de la piel ya no sean más que solo u...