Capítulo 15. Rocío.

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Decidí que ya estaba bien de amarguras, y que, lo que tocaba ahora era tomar el sol hasta  sintir estar aprovechando, como era debido, las vacaciones tan merecidas.

–Voy a tostarme al sol, ¿de verdad que no quieres venir?

–Estoy algo cansada hoy. Preferiría quedarme en casa y cuidar el jardín.

–Puedo quedarme, es más, debería quedarme.

–No, no, no, no. Tú te vas a donde tengas que ir. Nos veremos a la hora de comer.

– ¿En serio?

Asintió con una sonrisa que no la llegaba a los ojos y tras el tira y afloja que vino después para quedarme con ella, al final me empujó fuera de casa con tanto ímpetu que tuve que marcharme.

– ¡Volveré a comer!

<<Si me dejas entrar, claro. >>

Tras robar una magdalena, me marché con la guitarra.

Como esperaba, la pequeña playa improvisada estaba desierta, sonreí ante el espectáculo de naturaleza que se descubría ante mí.

Respiré hasta llenar los pulmones y tras colocar la toalla y quitarme la camiseta XXXL me lancé literalmente al suelo, jugueteando con la arena entre mis pies.

–Esto es vida. –Me embadurné en protector solar 50, saqué la guitarra de la funda y me coloqué los cascos de música, para ensayar y matar el rato de paso, siguiendo la canción con mi guitarra.

<<Me gusta ver la vida pasar, me gusta verla contigo
Quisiera ser tu bastón al caminar y al despertarme tu abrigo

Y es que la vida se me pasa con una sonrisa,
con cada beso tu mirada siempre me acaricia.
Es el olor tan dulce de tu piel que me hipnotiza
Y son las curvas de tu cuerpo las que me vician
…>>

– ¡Vaya ritmo tía!

Me quité los cascos y observé al chico con rastas que se encontraba de pie enfrente de mí. Dejé de cantar y tocar al mismo tiempo.

–Perdón, no sabía que había más gente.

–Este sitio es la hostia.

–Sí. No os molestaré.

Me disponía a guardar la guitarra en su funda.

–No es molestia, esa canción es de Green Valley ¿no? –Asentí poniéndome la mano de visera para no cegarme con el sol. –Hemos venido a desconectar unos días. Esta noche vamos a hacer una pequeña fiesta mis colegas y yo, ¿te apuntas?

Miré en la dirección que me señalaba. Tres chicas y cinco chicos estaban preparando una canoa entre risas. 

–Puede que lo piense.

–Dabuty, tía. Por cierto soy Rusty.

–Rocío. –Me tendió la mano, se la di y se agachó para besarla. Sonreí, era surrealista.

–Te espero esta noche, Rocío. No me falles.

Hizo un guiño y se alejó corriendo para reunirse con sus “colegas”, su forma de hablar, esas rastas largas y la energía que desprendía me pareció cómico.

Rusty, era un poco más alto que yo, delgado y fibroso, con ojos color caramelo y moreno de piel, uno de esos hippies soñadores con la naturaleza sin poder evitar ser urbanita.

Habían pasado varios años desde que me dio por el movimiento hippie, pero esa época en la facultad de medicina la recordaba con cariño.

Probé mi primer porro de marihuana, escuché por primera vez a Bob Marley y me metí en unas cuantas manifestaciones por legalizarla y por temas políticos varios.

¡Buenos tiempos, sí señor!

Tras tomar el sol durante un rato más, decidí volver a casa.

– ¡No me falles esta noche!

Gritó a pleno pulmón mientras me despedía con la mano de mi nuevo amigo, que parecía ir algo fumado, y puse rumbo a casa, sonriendo por la ocurrencia de pensar siquiera en asistir a la fiesta.

– ¡Qué puntual! Vamos a comer, lávate las manos y pon la mesa, cariño.

–Abuela, ya no soy una niña…

–Eres mi niña. –Reí, la besé, e hice lo que me había pedido.

– ¿Te encuentras mejor?

–Sí, estoy bien. –Le creí, tenía mejor cara y se le veía con buen humor.

–No me estoy comportando como una buena nieta, debería quedarme en casa contigo y cuidarte.

–Ro, ya soy mayor para que tengan que vigilarme, además, tenía pensado ir al pueblo esta tarde. Los vecinos van a cenar en el hotel. ¿Vendrás?

– ¿Al hotel? Es que… tenía planes.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora