Capítulo 61. Rocío.

238 15 29
                                    

Quería salir de esa pesadilla. No podía creerlo. Me prometió que no había nada entre ellos dos, pero como una idiota, le creí y ahora, les tenía delante de mis narices.

Laura se sujetaba al brazo de Leighton, mientras él, sonreía a algo que le decía y, cuándo me vio, ya era demasiado tarde para esconderme o huir.

Me di la vuelta antes de que una arcada de bilis, subiera a mi garganta ante aquella imagen, pero, como siempre, el universo no estaba a mi favor y justo cuando iba a recoger la poca dignidad que me quedaba y, darme la vuelta para irme por donde había venido... Leigthon centró su mirada en mí.

-¿Rocío?

¡Joder, joder, joder! ¡Mierda!

<<Contrólate Rocío, que no vale la pena montar un numerito. Tú vales más que toda esta mierda de situación>>.

¿Qué es lo peor que podría pasar?

-¿Qué haces aquí?

-Buscarte, pero veo que ha sido innecesario.

¿Cómo pude creer que sus palabras eran verdad?

Laura me observaba de arriba a abajo con cara de superioridad y a mí me entraron ganas de matarla, pero, en el fondo, sabía que no era ella la culpable de ésta situación, sino Leighton. El mismísimo puto cabrón de Inglaterra.

Ella, con su vestido de fiesta y yo, con mis vaqueros viejos y mi camiseta de propaganda, de un refresco, que regalaban comprando el pack de seis, me hacía parecer un orco de Mordor.

Leighton soltó el agarre de aquella despampanante mujer para acercarse y, mi única reacción, fue fulminarlo con la mirada y retroceder, tratando de obviar el picor de ojos por el terrible deseo, que tenía de llorar.

-Rocío, deja que te lo explique.

-¿Qué explicación tienes a esto?

La escena que estaba viendo no dejaba lugar a duda alguna. En el fondo necesitaba esa explicación. Quería gritar <<¿¡Por qué!?>> Pero ni de eso me veía capaz.

La presión en mi pecho, era tan fuerte que el dolor me impedía respirar con normalidad.

Joder, que gilipollas fui. La ropa interior del baño, era de ella. Me dijo que no, pero sí. En mi mente se encendió el piloto automático y justo cuando iba a marcharme, aquella mujer abrió la boca.

-Leighton, cariño, llegaremos tarde a la reserva del restaurante.

La sonrisa de víbora con la que me obsequiaba, me transmitió un mensaje claro, "GANÉ". Me dieron ganas de lanzarme hacia ella y olvidar, que también era una de sus víctimas.

Él, abrió los ojos como platos, paró en seco, como si le acabasen de tirar una jarra de agua helada por la cabeza y negó, también al borde del colapso, o eso es lo que quise creer. Demasiado duro sería que, a pesar de todo, no sintiese nada al respecto.

¿Esa expresión era de dolor? No, era la expresión de un mentiroso y un cerdo de manual, que había jugado a dos bandas. Lo que estaba viendo era a una persona que me había acusado de mentirosa, que había ido de adalid de la verdad y él era el mayor farsante que existía.

Por fin, pude encontrar mi voz. Aunque más débil de lo que esperaba, conseguí hacerle frente.

-Me acusaste de mentir, pero veo que no soy la única que lo hace. "Leighton, cariño. Llegaréis tarde a la reserva."

Le fulminé con la mirada, mientras repetía las palabras de Laura.

Tras ver con mis propios ojos la desgarradora verdad, con el alma rota de dolor y con tanta impotencia corroyendo mis entrañas, di un paso atrás y luego otro, para salir corriendo.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora