Capítulo 22. Laura.

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Hoy no voy a trabajar. Ni siquiera soy capaz de dormir por las noches y la culpa de ello es él. Puede que sea el mejor pediatra del mundo, sólo hay que verle con los críos, pero cuando de mujeres se trata, se vuelve un cerdo integral. Mi cerdo integral.

He llamado a la clínica y he dicho que me encuentro mal, además, es la primera vez que voy a faltar en un año y tengo buenos contactos en el comité de empresarios. En cuanto le pesque dejo este trabajo. Odio el hospital, no entiendo que le ve Leighton a ese lugar lleno de mocosos enfermos y madres desesperadas.

Cojo el teléfono cuando entra un mensaje.



Pedro:


Ya me han dicho que te encuentras mal.


¿Quieres que me pase más tarde?

Laura:


Gracias Pedro. Voy a descansar.

Pedro:


Enhorabuena por conseguir la sala de recuperación.


Me convenciste, eres muy obstinada.

Laura:


Lo hemos conseguido??

Pedro:


Acabamos de aceptar la propuesta. Las obras comenzarán en tres meses.


Quiero verte.

Laura:


Tu mujer casi nos pilla la última vez.

Pedro:


¿Eso quiere decir que se acabaron nuestros escarceos?


¿Desde cuándo ese es un problema para ti?

Laura:


No te ofendas pero siempre me interesó pescar a Leighton.


Aunque no voy a cerrar puertas mientras tanto.

Pedro:


Mañana en el hotel a las ocho.


Le he dicho a mi mujer que tengo una reunión.



Mi ánimo cambia de repente, Pedro es mi benefactor, desde que comencé a acostarme con él. A pesar de tener veinticinco años más que yo, me puedo permitir todos los lujos con los que antes sólo podía soñar, por el módico precio de un par de noches al mes. Me levanto de la cama y me miro en el espejo. Parezco una bruja con los pelos alborotados y las marcas moradas bajo los ojos.

-Ay Dios, que horrible.

Tengo que estar perfecta, por lo que me doy una ducha con aceites esenciales, y me hidrato bien. Después me seco y me aliso el pelo.

Resoplo, por tener que volver a acostarme con ese vejestorio de ciento veinte kilos. Al menos vivo a cuerpo de reina gracias a la tarjeta de crédito que me regaló la segunda noche que engañó a su estúpida mujer, puede que para comprar mi silencio y de paso atarme de alguna forma a él. Me obligo a sonreír. ¡Voy a ver a Leighton!

Empiezo a sacar ropa del armario...

-Esto es horrible -Digo cogiendo un vestido estampado.

-Esto... tampoco... Bufff ¿en qué estaba pensando cuando compré esto?

Nada... no sé qué ponerme. Corro en ropa interior por toda la casa, buscando a Missy, esa gata arisca, que tiene que tomarse las vitaminas para evitar que siga dejando pelotas de pelo por toda la casa. El regalo que Pedro me hizo en nuestra octava cita. ¿Cómo decirle que no?

Cuando la encuentro, sigo buscando que ponerme...
-Quizá esto... ¡Sí! ¡Perfecto!

Me decanto por un conjunto de pantalón tobillero y camisa de topos blancos, cruzada, que realzan mi figura. Me maquillo ocultando las ojeras y ya estoy lista, perfecta para dar la noticia más esperada al hombre que pienso convertir en mí marido, cueste lo que cueste, antes de que otra se me adelante.

Me entran las dudas cuando estoy llegando. Sé que le molesta que invadan su espacio personal y por lo que me dijo, jamás, llevaba a una mujer a su casa, así que pienso que hubiera sido mejor avisarle, pero entonces no sería una sorpresa y podría decirme que no.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora