Capítulo 5. Rocío.

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– ¡Qué guapa yes rapaza!

–He cogido algo de peso… ¿No voy demasiado…? –Bueno, decir algo de peso era quedarse corta. Tras la ruptura con el indeseable de mi ex, me puse a comer todo aquello que me había prohibido durante años, para evitar sus constantes comentarios respecto a mi físico.

¡Pero qué gilipollas fui, por Dios!

¡Con lo que soy yo con la comida!

–Preciosa, vas demasiado preciosa. Vamos a preparar la mesa. Vendrán todos los vecinos… eso hace un total de… cuatro, cinco… diez, seremos diez. Pero ¿podrás andar con esos zapatos? Cenaremos fuera y se te clavarán en el suelo.

–Podré defenderme. –Sentí en la expresión amorosa de mi abuela, que la niña a la que solía recibir los veranos, había cambiado hasta el punto, casi, de no reconocerla. Aparté esa idea de la mente y me centré en lo que tenía que hacer.

–Abuela…

– ¿Sí, cariño? –Le di un abrazo enorme de esos de oso que tanto nos gustaban.

–Necesito llamar a Juan.

–Hay cobertura en la cocina. La señal últimamente llega con dificultad, pero no tendrás problema.

Cogí mí móvil y efectivamente, tenía una rayita. Marqué el teléfono de Susana, ya era tarde para molestar a mis compañeras y Juan llevaría una hora durmiendo al menos, despertarle sería una guarrada para todos.

Tras tres toques, descolgó el teléfono.

– ¡Ro! Esperaba antes tu llamada.

– ¿Te pillo en buen momento?

–Iba a salir con mi hermana, desde que lo dejó con “Antontín” –Así llamábamos al cerdo del ex de Claudia. Porque sí, todos los ex son unos cerdos. Experiencia propia. –Está desbocada. ¿Qué tal el viaje? ¿Has visto ya al bombón inglés? ¿Y a tu rollete veraniego? –Se me revolvió el estómago. Vale que hubieran pasado muchos años desde lo que pasó con los vecinos, pero no era para que se mofase así… ¿En qué hora la contaría nada?

– ¡Hola Roro! –Me imaginé a la loca de Claudia dando saltitos hasta llegar al teléfono. – ¡Trae algún tío bueno en la maleta para que se me quiten las penas de Antontín! –Vaya par de dos.

– ¡Calla que no oigo! Perdona Rori, ya sabes cómo es la loca esta. ¡Se pasa el día salida como un mono!

– ¡Eh! ¡No te pases que soy tu hermana! –Puse los ojos en blanco. Juntas podían crear auténticos dolores de cabeza.

–Bueno, contesta. ¿Le has visto ya o no?

–He visto a uno de ellos.

– ¿Está buenorro?

–Bueno… sí, pero… –Claudia le arrancó el teléfono. Puse los ojos en blanco. –Eso es lo de menos.

– ¿Está para hacerle un traje de saliva o no?

–Está para mojarlo en chocolate.

– ¡Espérame que voy para allá! –Nos echamos a reír.

–Pásame a la petarda de tu hermana, anda.

– ¡Petarda! Para ti.

– ¿Qué tal esta Juan? ¿Ha dado mucha guerra?

–La de siempre, tranquila.

–Le llamaré mañana. Pásatelo bien y ligad un poco, lo necesitáis. Un beso.

– ¡Ro!

–Dime.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora