Capítulo 60. Rocío.

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4 de Agosto de 2005

-Hello, señora Adele, vengo a ver a Leight. He traído magdalenas de mi abuela.

-Hola Rocío, pasa, está en su habitación. Muchas gracias por las magdalenas. ¿Qué tal te encuentras?

-Bien, no me duele apenas.

El día que me volví a caer sobre las zarzas con tan mala suerte que me torcí el tobillo . Salió corriendo a por su moto y me llevó hasta el centro de socorro. Esperó estoicamente a que me atendiesen y me pusieran una venda y un calmante que me dejó medio zombie. Por más que intenté disculparme con él por haberle fastidiado el día, ni siquiera quiso escucharme. "¡Si no fueses tan cotilla, esto no habría pasado! ¿De qué me valen tus estúpidas disculpas?"

Toc, toc, toc

-¿Leighton? ¿Estás ahí? Soy... Rocío... ¿Leight?

Nadie contestaba por lo que abrí la puerta despacio. La habitación estaba a oscuras.

-¿Leight? Soy Rocío... he traído magdalenas, sé que te gustan.

-¡Shit! ¿No te dije ayer que me dejases en paz?

Encendió la luz de la mesilla con los ojos entrecerrados e inyectados en sangre ¿Había estado bebiendo? Lo cierto es que olía a alcohol que apestaba.

Apartó la sábana y se sentó en la cama con los brazos cruzados sobre el pecho; fue cuando me fijé en dos cosas, la primera, Leighton se despertaba de muy buen humor, o al menos lo hacía una parte de su anatomía y lo segundo, que a pesar de todo, tenía un carácter de mierda.

Me puse colorada cuando me di cuenta de cómo le estaba mirado en la zona abultada del pantalón corto.

-¿Quién te ha dejado entrar y qué quieres? ¿No sabes qué hora es?

-Tu madre. Necesitaba contarte algo y es medio día.

Tras resoplar y pasarse las manos por la cara, se levantó, cogió un paquete de tabaco de los vaqueros, sacó un cigarro, lo encendió y aspiró como si la vida le fuera en ello.

Volvió a sentarse y esperó en silencio a que me decidiese a coger el cigarro que me ofrecía. Negué con la cabeza y seguí estudiando cada uno de sus movimientos, cada uno de esos pequeños matices que Leighton tenía y que le hacían ser quien era, tan atrayente como cancerígeno para mí.

-¿Vas a mirarme a la cara o vas a seguir escaneándome?

-Me preguntaba... ¿desde cuándo fumas? ¿Lo sabe tu madre?

-No has cruzado dos jardines, has llamado a la puerta como Caperucita con la cestita y has subido hasta la boca del lobo para preguntarme si fumo habitualmente. ¿Qué quieres?

-Te he traído magdalenas.

Me acerqué cojeando y extendí el brazo con la cesta. La forma en la que me observaba era entre desconcertado e incrédulo.

Al ver que no iba a moverse, lo dejé sobre su cama, a su lado. El problema era que no me salían las palabras. ¿Cómo contarle lo que había pasado? ¿Cómo explicar que su primo se había propasado conmigo, mientras estaba borracha y medio inconsciente? Necesitaba decírselo, estaba allí para contarle algo que creía importante pero, ahora pensaba que no era tan buena idea.

-¿Y bien?

-Pues... la otra noche... Estábamos bebiendo en el bosque y... bueno... tú hermano se fue y yo... y él... Scott me... él y yo no supe... -Iba a meter la pata hasta el fondo, pero ya era demasiado tarde para callarme.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora