Capítulo 46. Leighton.

90 10 6
                                    


–¿Quieres subir?

–Será mejor que lo dejemos para otra ocasión.

–No me lo puedo creer.

–Laura, esto se ha acabado.

–¿Cómo? No entiendo…

–No volverá a pasar nada entre nosotros.

–Ya… Es por ella. ¿Te das cuenta que no va a quedarse? No va a dejarlo todo por ti.

–Lo sé.

–¿Entonces?

–Me he cansado. Sabías que esto tenía fecha de caducidad y ha llegado el momento de pasar página.

–No me lo puedo creer. Es imposible que esto esté pasando…

–Mira, en otras circunstancias ni siquiera te habría dado una explicación. Baja del coche, por favor.

–Leighton…

–Buenas noches, Laura.

–¡Eres un idiota! ¡No puedes hacerme esto! ¡Qué te jodan!

–Laura. Baja del coche.

–Esto no va a quedarse así. Volverás en cuanto esa mosquita muerta desaparezca de tu vida. Es una zorrita que busca tu dinero, como todas las idiotas que tratan de llevarte a su terreno. ¡Te arrepentirás! ¿Me oyes?

–No voy a permitir que hables así de ella.

–¿En serio? ¿Qué tiene esa que no tenga yo? ¡Eh, dime!

–¿Principios, carisma, que no se ha follado a todos los directivos y ejecutivos de Asturias?

Me plantó un tortazo en la cara, me lo merecía. Bajó del coche dando un portazo y desapareció de mi vista.

Aceleré sin saber que iba a hacer ahora. Me repetí durante todo el camino de vuelta que, mi decisión no era por Rocío, sino porque necesitaba despegarme de esa mujer.

No quería engañar a nadie y Laura ya estaba siendo un continuo en mi vida. Le había confundido con mis muestras de interés. Sabía que podría ocurrir y sabía que tenía que haberlo hecho hacía tiempo.

                             ...

Quizá no podría comenzar de nuevo, pero ahí estaba yo. Enfrente de aquella mujer a la que había tratado como un objeto.

Le sujeté la mano de nuevo, cuando se quedó mirando la pulsera de cuero. Un recuerdo borroso que había olvidado guardar y que ahora ahí estaba, con las letras grabadas a fuego “Te Quiero, Rocío”, un fallo enorme que había cometido y que delataba que en algún momento había pensado en ella.

Las lágrimas comenzaron a asomar por sus ojos.

–¡Mierda! Deberías marcharte. Es tarde...

No dije nada. Me di media vuelta listo para marcharme derrotado por dejar que todo esto ocurriese.

–¡No!

Me volví hacia ella, ni siquiera sabía por qué era tan cabezota y obtuso a veces. ¿Qué cojones iba a hacer ahora?

–No me voy a ninguna parte. Vas a escucharme.

Señalé una de las sillas esperando a que se sentase, como toda respuesta se cruzó de brazos.

–Está bien… Mira, Rocío. Crees que soy un capullo, pero lo hago por tu bien. Está claro que vales mucho, tienes principios y sabes lo que quieres, o al menos es lo que aparentas… Quiero decir… no quiero que te enamores, yo no soy esa clase de hombre, a mí no me interesa una relación y mucho menos a distancia. Tengo un estilo de vida que me gusta, sin atarme a nada, sin preocuparme por nadie… Quiero que lo entiendas. Eres inteligente y sabes tan bien como yo que no te convengo.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora