Capítulo 44. Leighton.

87 10 1
                                    

No esperaba esa reacción por su parte. En verdad, no sé qué reacción esperaba encontrarme, pero no aquella. Quizá esperaba que sacase la mala leche que solía tener conmigo en todo momento, pero no. Ella simplemente se dispuso a dar media vuelta con una media sonrisa y un comentario que trataba de ser ofensivo.



Me quedé ahí plantado, con la sensación de haber perdido mi mejor carta en una mala jugada.

-Vaya con la mosquita muerta.

Ignoré el comentario de Laura y lo único en lo que podía pensar, era en salir en su busca, decidido a poner los puntos sobre la íes a la altanería de Rocío.

-¿Y ahora qué ocurre? No me dirás que estás molesto por esto...

-Laura, no es el momento.

Apretó los labios.

Tan sólo quería joder a Rocío tanto como lo estaba yo, porque mi plan, o lo que fuese aquello, se había vuelto en mi contra de repente.

Nos sentamos a la mesa cuando Mina avisó que ya estábamos todos.

-¿Alguien ha visto a mi nieta?

Debían ser imaginaciones mías, pero la mujer, clavó su mirada en mí, con reproche, una fracción de segundo.

-Iré a buscarla.

Alma se puso en pie justo cuando apareció, simulando la sonrisa más falsa que jamás había visto.

-Disculpad. Ya estoy aquí.

El único asiento libre era el que se encontraba enfrente mía. Hizo de tripas corazón y se dejó caer en la silla.

Era incapaz de apartar la vista de ella. Traté de encontrar aquella emoción que me hiciese mandarlo todo a la mierda y sacarla de ese lugar, pero solo encontré la falsa máscara de su forzada sonrisa.

Laura trató de llamar mi atención, claro que yo no estaba para pensar o atender sus exigencias, por lo que se deslizó disimuladamente sobre su silla y dejó caer su mano en mi muslo con una sonrisa en los labios.

Rocío apartó la mirada enseguida y se centró en la conversación que mantenía su abuela y mi madre, consiguiendo hacerme sentir invisible.

-... Sí, lo cierto es que tengo unas ganas locas de volver a Madrid y ver a mi hermano. Se volverá loco después de pasar toda la semana sin verme.

Laura me pasó el pie descalzo por la pierna, regalándome una mirada lujuriosa, sin pensar en que las personas que estaban alrededor, podrían darse cuenta de su juego.

-¿No vas a comer más que ensalada?

-Llevo una dieta muy restrictiva. Además, yo me cuido.

Miró a Rocío que estaba a punto de comerse un trozo de panceta chamuscado y arrugó la nariz.

-Me sorprende lo poco que se cuida la gente. No viene mal hacer dieta de vez en cuando...

Dicho esto, se metió una hoja de lechuga en la boca y se limpió la comisura de los labios. Rocío puso los ojos en blanco y sin apartar la mirada de ella, se metió el trozo de carne en la boca y cerrando los ojos de forma sensual, disfrutó del bocado, emitiendo ruiditos sugerentes de lo mucho que estaba disfrutando el momento.

Aguanté las ganas de demostrar lo mucho que me afectaba su teatro y me llevé un trozo de carne a la boca.

-Bueno, Laura.

Mina clavó sus ojos y toda su atención en mi acompañante.

-Por un día que te saltes la dieta, no vas a engordar.

Rocío la cortó, clavó sus ojos llenos de rabia y dolor en los míos y se dirigió a la mujer que se sentaba a mi lado con una sonrisa frívola.

-Si te falta lechuga, hay más en el huerto. No te preocupes. Puedes coger toda, todita la que quieras. Aunque si no quieres mancharte las manos, Leighton lo hará por tí.

Casi me atraganté por su ocurrencia. Todos los que estaban pendientes del tira y afloja aguantando la risa, mientras ella se ponía colorada. Volví a mirar a Rocío tan cabreado, que podría haberla sacado de allí sobre mi hombro para cantarle las cuarenta, por la risa a boca abierta, con toda la comida aún sin masticar.

-Asqueroso...

Laura volvió a torcer el gesto, colocó la servilleta sobre su regazo y me acarició la nuca con calma.

Rocío dejó de reírse al instante, mientras Alma me fulminaba con la mirada. Jamás en mi vida había estado tan tranquilo como en ese momento. No, no era broma. ¿De qué me iba a servir perder la calma? El daño, ya estaba hecho.

-Sí, asqueroso.

Rocío clavó su mirada llena de reproches en mí, de nuevo, aunque la respuesta era para la otra mujer.

-Perdona, ¿tienes algún problema?

Toda la mesa se quedó en silencio. Rocío soltó los cubiertos, negué con la cabeza y sonrió, retándonos delante de todo el mundo.

-¿Qué si tengo algún problema? ¡Esto es el colmo!

-Rocío. No. Tengamos la fiesta en paz.
Aguantamos las miradas en una lucha de poder que, por supuesto tenía ganada, si no fuese porque en el fondo, estaba haciendo de su fiesta una pesadilla.

-Cariño, déjalo. Es tu día. Disfruta.

Mina trató de calmar la situación.

-Creo que no debería haber venido.

Laura hizo un puchero.

-Lo siento mucho. Rocío siento si he dicho algo que te haya molestado. No era mi intención. Leighton, cariño, debería irme a casa y dejar que sigáis disfrutando de la fiesta. Nos veremos mañana.

Se puso en pie disculpándose con el resto de invitados.

-Alucino...

-¡Rocío!

Mina se puso en pie, se acercó a Laura y con una sonrisa cálida, la invitó a sentarse de nuevo.

-Cenemos y tengamos la fiesta en paz.

Poco a poco el ambiente se fue relajando, cada uno hablaba de sus cosas, ignorando el momento incómodo.

Laura se relajó y ocupó toda su atención y atributos en mantenerme distraído. Alma, seguía enterrándome con la mirada y mi hermano, negaba con la cabeza cada vez que se me ocurría apartar la vista de la maravillosa Laura.

Rocío... bueno, Rocío no paró de beber y beber entre trozos de carne chamuscada, risas exageradas y alguna que otra pullita hacia mi acompañante y hacia mí. El alcohol y ella eran una bomba de relojería.



-¿Crees que ya es hora de que nos vayamos?

La proposición era más que interesante, y más, en la forma en la que lo dijo, acercándose a mi cuerpo y rozando mi oreja con sus labios.

La mirada fija e irritada de la protagonista de la cena, me dieron los ánimos suficientes para alargar su lucha interior. Era jugar con fuego, pero me gustaba llevarla al límite. Luego era más fiera, más divertida, más... todo.

-Leight... ¿Leighton? ¿Me estás escuchando?

-Aún queda lo mejor.

Los músicos comenzaron a tocar desde el cumpleaños feliz, hasta pasodobles y canciones sugerentes para que las parejas bailasen lento.

Los vecinos habían bebido lo suficiente como para disfrutar de unas cuantas copas más y la pista de baile. Yo estaba dispuesto a continuar con el juego, porque de quemarme, ya lo había hecho y no tenía mucho más que perder.

-No me digas que quieres bailar...

Volvió a fruncir el cejo y dibujó una mueca de disconformidad.

-Yo quiero marcharme ya.

-Iré a por una copa.

-Leighton, quiero marchame contigo. Si tengo que aguantar más los cuchicheos y las miraditas, de esa niñata borracha creo que me va a dar dolor de cabeza.

-Te acompaño.

-Tengo un plan muy... muy... muy tentador para hacer contigo.

Joder, claro que sería tentador, claro que Laura tenía un plan, siempre lo tenía y su sinónimo era sexo. Algo, que no me vendría mal en ese momento, pero que, no me interesaba exactamente con la persona que me lo ofrecía.

-Laura, será mejor que te acompañe a casa.

Pasé la mano por su cintura para que fuese delante de mí. Eché un vistazo a su trasero y nos subimos al coche.

-Estaba deseando salir de allí. Estás muy sexy esta noche. Un desperdicio no aprovecharte en este momento.

Aceleré sin contestar a su calenturienta preparación para lo que ella esperaba que sucediese y lo que yo trataba de evitar por mi gilipollez y capacidad inaudita para cagarla.







Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora