Capítulo 43. Rocío.

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–Esto es una pasada. ¿Cómo es que nunca había visto este lugar?

Ante mí, tenía el lugar más mágico que había visto jamás. Una pequeña cueva, que encerraba un paisaje idílico en miniatura, con un pequeño estanque, en el que parecía ser una gozada poder nadar en él.

No tardó mi calenturienta mente en imaginarme con él en aquel pequeño trocito de paraíso, dando rienda suelta a mi imaginación más pornográfica. Quizá le trajese antes de marcharme para hacer las paces.

–Muy pocos conocen este lugar. Aquí venía con tu abuelo a pasear, y luego lo utilicé para pensar. Aquí los problemas encuentran su propia solución.

–Me encanta abuela. Gracias.

Cogió una caléndula amarilla y me la colocó en el pelo. Sonrió y montó en el coche.

–¿Podemos ir a casa?, se hace tarde y aún tengo que preparar la cena.

–Se me ocurre que, siendo mi cumpleaños, podría invitarte a cenar en el pueblo. ¿Qué te parece?

–Cariño, te lo agradezco, pero me encuentro algo cansada. La vuelta en coche me ha mareado un poco y sólo me apetece echarme un rato. ¿No te importa?

–Claro que no abuela. Es más, cocinaré yo.

–Gracias mi niña.

No tardé en divisar el camino que llevaba a casa, lo tomé en silencio para no marear a mi abuela más de lo que ya estaba y di un frenazo en seco.

–¿Qué ocurre?

–Hay alguien en casa.

–¿Cómo va a haber alguien en casa, cielo? Anda, anda, casi me muero del susto.

–Que sí abuela, mira. Hay luces en el patio. Será mejor que llamemos a la guarda civil o a la policía o a quien se llame en estos casos.

–Cariño, las luces del jardín se encienden solas por la noche.

–Pues vaya gasto de luz.

–Leight lo instaló para alejar a los animales salvajes del huerto. No has de preocuparte.

–Es que en Madrid es tan diferente… Es un sinvivir cuando te llama la vecina para decirte que ha oído ruidos o ha visto una luz encendida en casa cuando estoy trabajando.

–Esto es una aldea, aquí sólo vienen animalillos salvajes.

–¿Cómo el vecino?

–No seas mala, no sé de donde sacas esas cosas. El pobre muchacho va a acabar loco de remate.

Nos reímos y continué conduciendo hasta llegar a la cancela, con el pensamiento de Leighton con una camisa de fuerza. O mejor, raptándome y pidiendo que no me marche tan pronto. ¡Ufff! A ver si la loca iba a ser yo.

–La verdad es que yo también estoy algo cansada.

–Las vacaciones son duras.

Más bien las situaciones que se dan en las vacaciones.

–Cariño. Soy vieja y sé de lo que te hablo. Sé que no hay ningún Carlos y que el vecino ha roto todos tus esquemas, pero…

–Abuela…

–No, déjame terminar. No dejes nunca que nadie, ni siquiera él, te pisoteen. Vales mucho, eres una mujer fuerte, luchadora, que ha conseguido sacar adelante a un hermano que necesita tanta atención. Tómate tu tiempo para pensar y para descubrir que no hay nadie en el mundo tan resistente y tan maravillosa como tú. Eres como aquella mujer de tus cuentos que todo lo lograba. Así que manda a paseo a todo aquel que no sepa hacerte feliz, porque para eso, ya te tienes a ti misma.

Vale, ese fue el momento más emocionante de toda mi vida. Que mi abuela pensase aquello de mí, me insuflaba una energía y una seguridad en mí misma, que jamás sentí tener. Ella era mi ángel de la guarda, siempre lo fue y siempre lo sería. De eso no tenía ninguna duda.

Me quité el cinturón de seguridad y sin ningún pudor por llorar delante de ella, nos fundimos en un abrazo que sabía, recordaría el resto de mi vida.

                              ...

–¡¡¡FELICIDAAAAAAAADEEEEES!!!

Me quedé en Shock al ver el espectáculo que tenía frente a mí. Tragué saliva y sentí el calor subir hasta mis mejillas. Debía estar colorada como un cangrejo.

Parpadeé varias veces por si mi cerebro me estaba pasando una mala jugada, pero no, aquello era muy real.

Alma se lanzó a mis brazos con una sonrisa que inundaba y encendía su mirada y así, me convertí en el centro de atención de todos los vecinos de Riodeporcos.

–¡Felicidades Rocío!

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora