Capítulo 33. Rocío.

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-¿El sofá?

Agachó la cabeza, pensando en cómo actuar, me miró a través de sus espesas pestañas y para mi sorpresa dibujó una media sonrisa pícara en sus labios.

-Buenas noches Rocío.

Se puso en pie dándome la espalda.

-Eh... espera. -Se giró. -No he sido capaz de beberme más de unos cuantos chupitos. El resto lo ha tirado ese grandullón. Te invito a uno.

-Creo que debería ser yo quien te invitase.

-Eres un anticuado. Estamos en el siglo veintiuno, ¡por favor!

Volvió a sonreír, se sentó a mi lado y cogió la botella.

-Te invito yo, porque es de mi colección.

-¿Coleccionas alcohol?

-Colecciono recuerdos. Esta es de Méjico. Fui hace cinco años con...

Las pupilas se le dilataron y creí verle respirar con esfuerzo durante una milésima de segundo.

-Con alguien.

-Pues brindo por ese viaje.

Dije levantando mi vaso.

-Yo prefiero brindar por este momento. Por enterrar el hacha de guerra durante esta noche.

-Perfecto.

Se le veía derrotado. Me llevé el chupito a los labios. Era mucho mejor beber acompañada, de eso no cabía la menor duda.

-Espera un momento. Lo haces mal. Se hace así.

Cogió la sal, se acercó a mi cuello y lo mordisqueó al mismo tiempo que paseaba su lengua por él. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, arrancándome un suspiro. Puso la sal donde antes habían estado sus labios y yo me deshice por dentro.

-Abre la boca.

Le hice caso sin poner resistencia y colocó una rodaja de limón entre mis labios.

-Ahora sí.

Lamió la sal con calma, erizándome la piel, de un trago se bebió el tequila y humedeciendo mis labios con el limón los lamió, hasta arrancarme un gemido de nuevo.

<<¿Por qué tienes ese poder sobre mí?>>.

Cuando por fin pude abrir los ojos, me encontré con las facciones duras, de un hombre muuuuuuyyy cabreado.

-Ahora a dormir.

-Espera... es mi turno. Yo no he bebido. No seas mal educado.

Rellenó el vaso, me lamió el dorso de la mano, echó la sal y me dio una rodaja de limón, antes de ponerse en pie.

-Espera un momento. Lo haces mal. Se hace así.

Repetí sus mismas palabras, me puse en pie y me acerqué a su cuello.

-No.

Paré en seco, buscando alguna explicación a su cambio de humor.

-¿Qué pasa? ¿A qué juegas?

-Esta noche he estado a punto de tirarme a una rubia de la que no sé ni el nombre, porque quería joderte. O joderme a mí. Una de dos.

Me bebí de un trago el chupito sin sal ni limón. Necesitaba procesar esa información.

-¿Lo hiciste? ¿Te acostaste con ella?

Me miró y no dejó de mirarme hasta que resoplé y me llevé las manos a la cabeza.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora