Capítulo 24. Leighton.

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–No te muevas. Tranquila, quédate aquí conmigo, estoy aquí… estoy aquí contigo…

–Cariño…

–Sssh… Todo está bien… Leight está en camino, ya no tardará. ¿Te duele algo?

Escuchar su voz al hablarle a Mina, algo se me removió por dentro.

–¿Te marchas?

–Una urgencia.

–¿Es por esa niñata? ¿Vas a dejarme tirada?

–No te confundas y pienses, ni por un segundo, que voy a dejar de hacer algo por mucho que no te guste. Laura, tú y yo sólo follamos. Nada más.

Dejé a Laura con la boca abierta, sin escuchar sus palabras indignadas y fui corriendo hacia la moto. Salí haciendo ruedas en la calle, mientras usaba el manos libres para seguir a su lado, aunque poco podía hacer.

Adamina era lo más parecido a una abuela que había tenido en Asturias, desde pequeños, a mi hermano y a mí nos había atiborrado de magdalenas caseras, de sabiduría y de castigos, todos por culpa de su nieta, pero nos trataba a todos por igual.

Había estado muy presente en la vida de mi familia, y en la mía, cuando volví de la universidad.

Al caer enferma, tan sólo confió en mí en todo lo relacionado al cáncer.

Estaba empeorando. Por más que tratamos de hacerla entrar en razón para someterse a la quimioterapia, no hubo forma. No quería que el día que viniera su nieta, la encontrase sin fuerzas.

Quería disfrutar del resto de su vida y yo lo veía bien, en cierta forma. En realidad, lo que veía bien es que fuese ella quien decidiese su futuro, no que lo hiciese por alguien que la dejó tirada en un poblado sin remordimientos.

<<–…Debería pensarlo. Ya ha oído al doctor Soriano. Hay oportunidades, no todo está perdido.

–Hijo mío, soy una mujer vieja. No me mires de esa forma, es la verdad. A estas alturas ya no vale la pena pasar por eso…

–No he venido a convencerla. Es su vida, no la mía.

A continuación, me alejé hasta el montón de trastos que apilaba en el patio. No necesitaba a otra persona más tocándola las narices, como ella decía, ya era mayorcita para saber lo que se hacía.

Por ese motivo y por mi inminente ruptura con Zelda necesitaba mantenerme ocupado, discutir, follar, mandar al mundo a tomar por culo… lo que fuese que me quitase la tensión.

Durante dos semanas me ocupé de limpiar, retirar trastos de su patio y de paso controlar que se tomase la medicación.

–Está quedando muy bonito. A mi nieta le encantará.

No lo hacía por Rocío. Ni siquiera había vuelto a pensar en ella. Vale que la hubiera cagado hacía años, pero ahora era un adulto, con una vida muy diferente a la de antes. Su nieta era un fantasma. Un simple recuerdo lejano sin importancia.

Asentí de mala gana mientras me ofrecía una limonada.

La tercera semana, aré la tierra y planté diferentes verduras y árboles frutales.

–Es una auténtica transformación. Muchas gracias.

–He puesto un riego automático, aunque si cierra la llave del agua, podrá regarlo usted misma.

–Mina o abuela, nada de usted. He encontrado esta carta en el desván. Es para ti...>>.

Tiré la moto literalmente, de cualquier forma, en la entrada de su casa.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora